Año nuevo

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

En esta película hay tanta publicidad de Nivea que cuando vemos una multitud atiborrada en Times Square para ver a un cantante de rock (Jon Bon Jovi), todos usando sombreros azules con la marca de la crema, no podemos dejar de pensar si no se trata de algún mensaje subliminal para prevenir al espectador. Se entiende por qué el título de la película no incluye un "Feliz": es imposible encontrar la felicidad mientras uno ve Año Nuevo.

Esta película responde a la cadena generada por Realmente Amor (Love Actually) aquella simpática película del 2003 donde había declaraciones de amor, joyeros que parecían Mr. Bean, canciones empalagosas, abrazos en aeropuertos y muchas -pero muchas- caras conocidas. Pensar que lo último es la receta para el éxito parece ser un craso error. Garry Marshal (según IMDb, el responsable de esta atrocidad) ya había fotocopiado a esa película con Día de los Enamorados (Valentine's Day). Ahora es el turno de otra festividad. No quiero pensar cuando llegue el Día de Acción de Gracias o Halloween...

Hay muchos actores respetables aquí (por no decir todos) lo que a uno lo lleva a pensar en cuánto vale un buen director. Ningún personaje se siente mínimamente real. Esta es una de las películas más fantasiosas del año y no estamos hablando del género, precisamente. Dos personas atrapadas en un ascensor. Una de ellas es un hombre con el corazón roto que no cree en la Navid... perdón en el Año Nuevo (¿?). La otra es una chica simpática que trabaja como corista del cantante de rock más famoso de Nueva York pero alquila (o vive, se mudó hace poco) en un departamento de mala muerte en el que los ascensores no funcionan. Otra historia es sobre un enfermo terminal cuyo último deseo es ver caer la bola de fin de año (¿? de nuevo). La enfermera que lo atiende quiere saludar a su esposo, combatiente en Irak. La empleada de una prestigiosa firma debe hacer que la bola de fin de año caiga (y hay un chiste del tipo "don't let the ball to drop"). Hay más: un electricista con acento ruso que resulta ser una eminencia, una embarazada que se enfrenta panza a panza a otra, un padre con acento alemán que estaba mejor matando nazis, una cocinera escotada morocha y latina (latina o lo que el director entiende que es el estereotipo de latina) y otra cocinera con escote disimulado rubia y norteamericana. Todavía no les dije que Michelle Pfeifer hace de una señora mayor neurótica de la que sería imposible que alguien se enamore y que Sarah Jessica Parker hace de... Sarah Jessica Parker.

Ahora bien, ¿vale la pena todo el rejunte de estrellas? La respuesta en este caso es "no". Traten de recordar dos nombres de los tantístimos personajes vistos. No van a poder porque ninguno de ellos es real aún dentro de la mismísima fantasía de la película. Siguen siendo los actores que ya conocíamos. Los diálogos son atroces a tal punto que nos llevan a la pregunta elemental: ¿esta gente sabe lo que es vivir? Digo, hay más emoción en cualquier momento del día (incluso cuando dormimos) que en las eternas dos horas de Año Nuevo.