Anna Karenina

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Amores difíciles y lecciones morales

Joe Wright demuestra otra vez su predilección por los clásicos. Conocido por sus versiones cinematográficas de “Orgullo y prejuicio” y “Expiación”, el director británico se juega ahora con su adaptación de “Anna Karenina”, la universalmente conocida novela del autor ruso León Tolstoi.

El guión de Tom Stoppard explora una manera diferente de recrear el drama histórico apelando a una puesta que combina teatro y cine. Dejando a un lado el realismo más ortodoxo, propone un entramado de discursos en el que los recursos teatrales refuerzan el aspecto central de la anécdota, que refiere a la gran exposición pública y a las rígidas normas a que estaban sometidos los personajes de la novela, de acuerdo con las características de la sociedad rusa de fines del siglo XIX.

Hay secuencias en las que la acción transita por locaciones que van desde un escenario teatral propiamente dicho, con telón de fondo, bambalinas, juegos de luces y platea para el público, luego pasan por escenas exteriores y vuelven a ambientes interiores, sin solución de continuidad. Y también los actores principales muchas veces están rodeados de actores secundarios que hacen las veces de figuras corales con interpretaciones marcadas de modo operístico.

Es una propuesta sin dudas arriesgada, en la que se ha invertido un presupuesto importante en escenografía, vestuario, música, montaje, además de poner en primer plano a tres grandes figuras como Keira Knightley, en la piel de la bella Anna, Jude Law, en el papel de Karenin, su esposo, Matthew Macfadyen, en el rol del hermano de Anna, y el joven Aaron Johnson, que interpreta a Vronsky, el oficial del ejército que seduce a la mujer, arrastrándola en una relación apasionada hasta el delirio.

La historia es bien conocida, se trata de los amores entre una mujer casada, que pertenece a la alta sociedad de la época, con un militar aventurero. Una relación que lejos de mantenerse entre bambalinas, estalla, toma estado público, se convierte en un escándalo y termina mal.

La virtud de esta versión consiste en recrear el espíritu de la época, haciendo una pintura de la muy afrancesada sociedad rusa de fines del siglo XIX, en un tono más cercano a la comedia que al drama, aligerando el inevitable sufrimiento que padecen los protagonistas al verse envueltos en un conflicto del que nadie saldrá ganador.

Anna Karenina es una clásica heroína romántica que habiéndose casado muy joven y gozando de una envidiable posición social, decide dejar todo por amor, protagonizando el viejo conflicto entre amor y conveniencia. En la sociedad en la que vivía, ese pecado se pagaba caro, puesto que al intentar blanquear su relación adúltera con su amante, la mujer pierde sus derechos sobre su hijo, fruto del matrimonio con su marido, y arriesga un futuro desdichado para ella y la hija que tiene con su amante. Sentirá el rechazo y el desprecio a que la someterá el establishment y acosada por las culpas, la frustración porque Karenin le niega el divorcio y el temor a perder también el amor de Vronsky, pondrá fin a su vida de manera trágica.

En el duelo psicológico planteado entre Anna y su marido, sin dudas, la mujer aparece no como la gran culpable pero sí como la gran perdedora. Transgrede todas las reglas en busca de la felicidad en una aventura que se apaga más rápido que tarde, mientras que Karenin soporta el escarnio, el dolor y la humillación, pero sobrevive a la desgracia de manera digna y caballeresca. Y Vronsky es muy probable que pueda rehacer su vida sin mayores contratiempos.