Anconetani

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Mucho más que una historia de inmigrantes

Bien dicen que Buenos Aires es la ciudad más austral de Italia. Nazareno Anconetani nunca necesitó conocer la península para hablar diariamente la lengua de sus mayores, venidos de Ancona, reunir a la familia en la mesa de tallarines y tarantela, y, más que nada, mantener vivos los valores de trabajo, honestidad y alegría de los inmigrantes, aunque él haya nacido en un barrio porteño. Eso es lo que se respira en su casa, que es también taller y Museo del Acordeón. Y eso es lo que transmite esta deliciosa película.

De sus padres habla en italiano. De Italia, en castellano. El padre, don Giovanni, cuya fotografía coloreada preside el comedor, llegó a estas lejanías como representante de una famosa empresa de acordeones, y cuando la guerra lo dejó aislado de la casa matriz, empezó a fabricar acá los repuestos. Así empezó. Y hasta tuvo sus propias plantaciones de pinos, para estar seguro del material que usaba (y también hacía su propio vino). La madre ayudaba en el taller, trabajaba en la casa y en el campo, y los domingos amasaba fideos caseros. Así la recuerdan las nietas. Ahí siguen en el taller Susana y Elvira, sobrinas de Nazar eno, y también el hijo de Elvira. Ahí llegan de visita Raúl Barboza y el Chango Spasiuk, que en recital aparte tocan "La colonia", de Tránsito Cocomarola.

Y ahí está don Nazareno, la espalda encorvada, pero siempre animoso. Y cuando uno cree que ahí se queda, saca la batería. Durante 38 años la Típica Anconetani alegró bailes de barrios y de pueblos, y hasta fue telonera de la orquesta de Osvaldo Pugliese. "Begin the Beguine", tararea el viejo, y se larga un pasodoble, o pasodoppio, como él dice, figura central de la Babel Orquesta, compuesta por acordeón a piano, batería y bombardino, o algo parecido. ¿Cuántos años tiene este hombre? Es una maravilla, envuelta en música que llena el alma, de "Palomita blanca" y "Matinatta" para abajo.

Digna de elogio, la autora de este documental, Silvia Di Florio (ya autora de "Raúl Barboza, el sentimiento de abrazar"), aquí en trabajo conjunto con su director de fotografía, Gustavo Cataldi. Vale la pena.