Amor de vinilo

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Adaptación de otra novela de Nick Hornby, "Amor de vinilo", de Jesee Peretz, se destaca por el refinamiento inglés del autor y un elenco talentoso que sabe ponerle el cuerpo a las criaturas. Como (casi) ningún otro género, la comedia puede ser claramente dividida de acuerdo al sector etario, o target de edad, al que va dirigido.
En el 2000, "Alta fidelidad" no sólo nos regresaba al mejor Stephen Frears, llevaba a la fama al autor de la novela en que se había basado, Nick Hornby (quien ya había tenido algo de relevancia local con "Fever Pitch" tres años antes).
Desde entonces, las novelas de Hornby se convirtieron en un referente para los personajes que ya pasaron los cuarenta, y se encuentran en medio de una crisis de frustración existencial, con "Un gran chico", como siguiente referencia. Algo similar a lo que Judd Apatow hizo en el cine como director y productor.
“Casualmente”, Amor de vinilo, de Jesee Peretz, es otra adaptación de Hornby, producida por Apatow, y como cereza del postre, con la música como elemento narrativo fundamental, algo que en Alta Fidelidad y Un gran chico ya había rendido.
¿En qué se diferencia "Amor de vinilo" de estas? Su protagonista principal es una mujer… aunque rodeada de dos hombres que funcionan como algo más que satélites. Annie (Rose Byrne, por fin alcanzaste tu gran protagónico, nena) tiene una relación de muchos años con Duncan (Chris O’Down), obsesionado con la figura de Tucker Crowe (Ethan Hawke), un rockero caído en desgracia de otrora gloria.
Duncan logra hacerse con un demo acústico del disco más exitoso de Crowe, que creían desaparecido, y que le da título original a la película, Juliet, naked. Pero el correo con el demo lo recibe primero Annie, que lo escucha, y realiza una crítica para nada positiva.
Por un lado, este hecho genera las primeras (o más) rispideces entre Annie y Duncan; por otro, Annie recibe la devolución menos pensada de su comentario, la del propio Crowe, quien concuerda bastante con Annie, y así comienzan un intercambio epistolar 2.0, o 1.5, vía e-mail. Amor de vinilo va cambiando su punto de vista de acuerdo a este trío, y así también, su protagonismo o tiempo en pantalla.
Pero el motor de conducción y conflicto siempre es, de algún modo, Annie. Vamos pasando por las voces en off de uno u otro, el foco pasa por cada uno, pero siempre vuelve a ella. El único tramo en que ella no tendrá injerencia directa (aunque podríamos decir que sí indirecta mediante el intercambio de mensajes), es en la historia personal de Crowe con su familia; su pequeño hijo con Tourette, su ex esposa con la que vive en un mismo terreno, y la hija embarazada con la que no mantenía contacto y que llega a verlo.
"Amor de vinilo" expone los conflictos y problemáticas típicos de personajes que atravesaron la barrera de los 40 y se replantean cómo seguir en lo que podría ser la segunda mitad de sus vidas.
Son personajes de clase media, sin grandes problemas económicos ni laborales, pero tampoco ostentaciones. Claramente, los problemas propuestos son emocionales. Quizás un referente local de ese cine lo encontremos en Gabriel Nesci, con "Días de vinilo" "Casi leyendas", y hasta la serie "Todos conta Juan".
Acá, aparece otro factor fundamental, al igual que Nesci, en Amor de vinilo, y en la pluma de Hornby, la música es trascendental. La banda sonora marca buena parte de la narración y la hace rítmica. No hay necesidad de que la letra de las canciones ejemplifiquen el momento, ni que suene permanentemente; la música siempre está, ahí, como refugio para el film, y para la vida de estos boyados.
Los temas que plantean son universales y verosímiles, por lo que la identificación es sencilla y directa. También elude en buena parte el edulcorado romántico; es un film con agridulces, y hasta lleva a una resolución que puede dividir aguas en ese sentido.
Annie, Tucker, y Duncan, son queribles; y en esto ayudan sus intérpretes. Rose Byrne venía hace rato destacándose en secundarios, o como co-equiper o pareja del protagonista. Finalmente adquiere un rol central, y entrega todo lo que esperamos de ella. Annie es fresca, espontánea, natural, y aunque no siempre estemos de acuerdo con todo lo que hace, la comprendemos.
Byrne la compone sin recaer en histrionismos de ningún tipo, entendiéndola. Además, escucharla hablar con su acento inglés natal, es una dulzura aparte. Un detalle extra algo risueño es cómo ¿se la ingeniaron?
En varias escenas para ocultar el embarazo de la actriz con variados artilugios. ¿Ethan Hawke hace todo bien? Puede pasar de dramas como "First Reformed" por el que merece todos los premios que pueda recibir, a films de terror y ciencia ficción, y comedias como esta; y siempre demuestra muchísima ductilidad. Tucker Crowe es de esos rockers arrastrados y adorables, como el de Bradley Cooper en "Nace una estrella" sin todo el melodrama; o como los roles típicos del Hugh Grant post 40 sin la multiplicidad de tics.
Quizás sea el más cliché de los tres, pero gracias al actor, se convierte en un gran personaje. Chris O’Down es quien lleva la parte más difícil, Duncan es bastante patético, el guion no lo trata del todo bien (hasta llega a desaparecer durante un buen tramo), y busca que sintamos pena por él.
O’Down es un gran comediante, y es en él dónde más se ve la firma de Apatow aunque sea como productor. Peretz deja fluir, lo suyo no es una gran intromisión, ni estética, ni narrativa, se apoya en la música, en los actores, y en el encanto british.
Por el resto es un trabajo formal que conduce al film hacia algo tradicional. "Amor de vinilo" es una comedia correcta, con mucho encanto, que si no llega a más es por cierto tratamiento estándar. La pluma de Hornby, y la labor de sus actores hacen el trabajo de elevarla.