Amor de medianoche

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Remake del film japonés "Taiyô no uta" (o Una canción para el sol), Amor de medianoche, de Scott Speer, es un meloso film romántico adolescente inundado de lugares comunes. La xerodermia pigmentaria es una rara enfermedad congénita que causa una alta tendencia a desarrollar cáncer de piel, a causa de la exposición al sol.
Esto es lo que padece Katie Price (Bella Thorne) en "Amor de medianoche", de Scott Speer, un director, asiduo a los videoclips, cuyo mayor mérito parece ser haber dirigido la cuarta entrega de la franquicia "Step Up" sobre baile callejero.
Por esta enfermedad, Katie vivió toda su vida encerrada en su casa durante el día, sólo saliendo de noche. Ya desde chica, Katie fue objeto de burla de todos los chicos del barrio, y de los que acudían a la escuela a la que ella no podía acudir.
¿Es "Amor de medianoche" un testimonio sobre el bullyng infantil? Para nada, porque lejos de haber formado su carácter por el rechazo, Katie es una adolescente de17 años muy simpática y extrovertida cuando puede interactuar con alguien. El guionista (opera primista) Eric Kirsten no reparó ni en marcar un gesto de timidez o apatía en Katie, es genérica hasta el más mínimo detalle.
Quizás esta forma de ser extrovertida se deba a las dos únicas figuras que la frecuentan: su amiga más nerd (porque la linda tiene que ser ella) Morgan (Quinn Shephard); y su enérgico, entusiasta, e insufrible padre Jack (Rob “dejá de gritar cuando hablás” Riggle).
Katie pasó toda su infancia asomada a una ventana (porque supongo que ver el sol desde una ventana no le produce cáncer), y es allí donde veía pasar a Charlie (Patrick “soy el hijo de Arnold” Schwarzenegger), un chico aún más genérico que ella, y del que se enamoró ni bien lo vio a lo lejos, porque sí.
Querrá el destino del guion que Katie y Charlie se crucen una noche, e inmediatamente se enamoren, y eso es Amor de medianoche. Basada en el éxito japonés de 2006, "Una canción para el sol "de Kenji Bando. Aquella respondía a la tendencia del consumo de K-Pop (sí, no es coreana, pero el estilo es el mismo), pero poseía una sensibilidad y un carisma en los protagonistas de los que Amor de medianoche carece.
Hasta aquella se daba el lujo de ser melodramática eficazmente. En realidad, más allá de ser la misma historia, es poco lo que vemos de Una canción para el sol en Amor de medianoche. La impresión que tendremos es la de algo muy copiado de "Todo Todo", "El lado oscuro del sol", y "Un amor para recordar"; tres exponentes de películas románticas adolescentes, hollywoodenses. Pero lo mismo, en las tres, aunque imperfectas, había algo de alma, de deseos de hacer algo más.
Nada de lo que "Amor de medianoche" posea. Katie toca la guitarra y canta, y claro, su protagonista es Bella Thorne, salida de una serie musical de Disney. Todo pareciera ser una excusa para que escuchemos a Bella cantar una y otra vez la misma canción, la chillona Walk with me, de modo tan forzado y repentino que no produce empatía, y escucharla varias veces no ayuda. No hay química entre Thorne y Schwarzenegger, tampoco son tan dúctiles como actores individualmente.
Las escenas son forzadas por un guion inverosímil, y verlos interactuar sin conectarse empeora el asunto. Todo en la película es porque sí, y no hay un estímulo de hacer que algo supere la media. Leyendo una breve sinopsis podemos adivinar todo lo que sucede con solo darles un tip “buscan los clichés más obvios siempre”.
Producto para el aprovechamiento de dos jóvenes que fuera de Estados Unidos no tienen un público cautivo, es poco lo que nos despierta en Amor de medianoche del aburrimiento general. Ni siquiera podemos decir que haya algo muy mal hecho, es solo tan plano como el ecocardiograma de un muerto.