Amor a la carta

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

El amor llega en el tren equivocado

Trenes atestados de personas, tantas como las palomas urbanas, cruzan Mumbai. La tradición en la ciudad india señala que cada día, las mujeres envían las viandas con el almuerzo a sus maridos, utilizando un complejo y aceitado servicio de postas: bicicleta, tren y otra vez bicicleta.

Ila, a contrarreloj, prepara la comida, envía la hija a la escuela y se ocupa de los quehaceres domésticos esperando el reconocimiento mínimo en boca de su esposo. A la espera de ese rayo de sol, comparte recetas con su tía que vive en el piso superior, hablando por la ventana. "Tía, tía", es el llamado de Ila para consultar sobre condimentos y tiempos de cocción. Un error en el sistema infalible de traslado de viandas cambia la vida de la mujer y un comensal no buscado.

Saajan está pronto a jubilarse. Hace trabajo contable en una empresa estatal, revisando asientos en la sección Reclamos. Eso es todo. Y tiene mal carácter.La película de Ritesh Batra es tan sencilla como hermosa, una comedia que pone en escena la idea de que el género es el reflejo de vida y costumbres. En esa caja de resonancias se desarrolla una historia de amor tan romántica que echa mano al recurso de la comunicación epistolar.

En Amor a la carta (el título tira abajo la poesía del guion) las relaciones y las cosas se consiguen con una ayuda del destino y mucha fuerza de voluntad.Un error es la clave para que aquello que parece imposible ocurra, en medio de millones de personas, autos, bicicletas, en la vorágine del trabajo, cuando parece que nada puede cambiar ni echar atrás la maquinaria que mueve los días.La sutileza del guion pone imágenes elocuentes y el paso del tiempo se percibe a través de muy pocos elementos: la vianda, la carta, así como la fabulosa transformación en los personajes.

"Todos quieren lo que tiene el otro", escribe Saajan, el hombre viudo, metódico, agrio, callado. El actor Irrfan Khan (en La vida de Pi, interpreta a Pi adulto) pasa por todos los estados, desde el asombro hasta la crisis existencial. Va dosificando la mutación, mano a mano con el joven Shaikh, que ocupará su lugar en la empresa. Nawazuddin Siddiqui compone con mucho humor y ternura al hombre que sobrevive a toda desesperanza.

En el rol de Ila, Nimrat Kaur ofrece la sensualidad de la mujer que toma conciencia de su matrimonio y encuentra un respiro en las cartas. Paulatinamente los personajes se descubren a sí mismos y se animan a soñar. También hay espacio para la cultura romántica de telenovelas y canciones populares indias que alimentaron el imaginario de las generaciones de Bollywood. La película no abusa del melodrama. Se sirve de las posibilidades del primer plano, siempre efectivo si se cuenta con buenos actores, del poder evocador de la música y los contrastes entre el trajín exterior y el ritmo interno de Ila y Saajan.

"Olvidamos algunas cosas si no tenemos a quién contárselas", escribe él. La película montada como un ritual en medio de la metrópolis muestra los ingredientes que necesita una buena comida para volverse inolvidable.