Amor a la carta

Crítica de Aníbal Perotti - Cinemarama

Con ánimo de almorzar

En el laberinto de Bombay, miles de dabbawallahs recogen a diario los platos calientes que preparan las esposas y los transportan hacia el lugar de trabajo de sus maridos. Ila es una joven ama de casa que intenta reconquistar el corazón distante de su esposo cocinando con devoción. Pero su vianda llega por error a manos del viejo Saajan: un empleado al borde de la jubilación, viudo y solitario. Ritesh Batra toma este punto de partida para elaborar una comedia romántica en la que se mezclan amor y gastronomía, humor y nostalgia, reflexión social y sentimental. Amor a la carta es una película discreta y sofisticada, construida a la manera de los pequeños platos que se cocinan a fuego lento, tan lejos del brillo de las coreografías típicas de Bollywood como del voyeurismo occidental sobre la dureza de la vida en la India.

La equivocación da comienzo a un romance epistolar narrado con una original voz en off duplicada. La caja del almuerzo se convierte en el buzón de una correspondencia íntima y pudorosa. Para tejer esta relación paradójica entre dos personas que nunca se ven, la película utiliza una poética basada en los juegos de miradas. Los raccords, sutilmente orquestados, unen los mundos de Ila y Saajan de una escena a otra y ponen de manifiesto las profundas similitudes que hacen creíble su acercamiento a la distancia. Los dos personajes están atrapados en sus rituales. Saajan apenas altera su expresión cuando recibe la vianda en la oficina ante la mirada sorprendida de su vecino de escritorio. Ila permanece encerrada todo el día en su departamento esperando el regreso de su marido, con la compañía invisible de la vecina del piso de arriba con la que se comunica a los gritos a través de una ventana.

La predecible fuga que marcan el lugar común y las convenciones de las comedias románticas se dilata porque estos dos solitarios se resisten a salir de sus rutinas y del contorno que dibujan las cartas y los almuerzos. La película toma entonces un giro más interesante: los protagonistas vacilan y recuerdan a aquellos de Con ánimo de amar, que nunca sabemos si se desean, se aman o se consuelan. Como en la obra maestra de Wong, el director deja fuera de campo al marido de Ila y concentra su mirada en los pequeños detalles del nuevo amor. Ritesh Batra captura el universo alrededor de sus criaturas con una pintura precisa de las costumbres y convicciones sociales. No es fácil asumir la creciente curiosidad por el otro y por los otros. Para abrirse al amor es necesario salir a un mundo que está cambiando: él ya no lo reconoce, ella nunca lo vio.