Amor a distancia

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Con la idea más que fija

Drew Barrymore, perdida en una comedia sexual.

La comedia sexual no es un género en sí mismo, al menos made in Hollywood.

Amor a distancia se disfraza de comedia romántica cuando en verdad habla (y habla, y habla) mucho más de sexo que de amor, de necesidad física que del corazón.

La misma noche en la que a Garrett (Justin Long, novio en la vida real de Drew Barrymore) lo abandona su novia, porque es su cumpleaños y no le compró regalo, el muchacho bebe cerveza, se lleva a su departamento compartido, droga y termina en la cama con Erin. Como terapia parece que le da resultado, porque Erin, estudiante de periodismo (Barrymore, que dice tener 30), hace una pasantía en el New York Sentinel (?), pero le quedan seis semanas antes de dejar Manhattan y regresar a San Francisco.

Tal vez ahora entienda lo de Amor a distancia , porque tratarán de sobrellevar la relación más allá de la diferencia horaria y geográfica. Nada de amor platónico. No.

Si la premisa no era mala pero tampoco original, lo que la convierte en un fiasco es que, como comedia, los gags se alargan indefinidamente, y cuando debe llegar el punch, está fuera de tiempo.

Luego de que le publican un artículo, Erin bien podría trabajar como free lance , pero parece que nadie oyó hablar de eso entre el equipo técnico, y el “remedio” que Nanette Burstein encontró para paliar la escasez de humor es apelar a la vulgaridad. Y si hay pocos chistes, los que abundan son referidos específicamente al sexo, a lo escatológico, masturbación, autofellatio y la lista sigue. No, no es un filme de Judd Apatow, y el humor es más verbal que visual.

Drew Barrymore trata de mantener su dignidad, pero la pierde en dos escenas, la del sexo telefónico y la de la borrachera en la que le pide a un grandote..., en fin, para qué repetirlo.

Igual, Amor a distancia deja sus enseñanzas en un par de líneas de diálogo, cuando Garrett y Erin recién se conocen y antes de advertir que se necesitan muchos mas física que románticamente, él le dice en Atlantic City (con el mar, las gaviotas, el muelle de madera y todo) que le gusta observar a las parejas grandes la felicidad y, más allá de la felicidad, el verlos satisfechos con sus vidas.

Que luego esto no tenga nada que ver con la película es otra extrañeza, igual que el final apresurado en los últimos cinco minutos.