Amor a distancia

Crítica de Martín Stefanelli - ¡Esto es un bingo!

BarryAmor

Drew Barrymore ya puede coronarse, no por esta película sino por toda una filmografía que viene construyendo en el género, como la reina de la comedia romántica. ¿Quién sino, Jennifer Aniston? ¡Ja!. ¿Qué otra cuenta en su legajo con títulos como El cantante de bodas, Jamás besada o Como si fuera la primera vez? Drew nunca te deja a pata en un género que, dentro de su estructura inamovible, rara vez pierde la capacidad de divertir y emocionar. Para los que disfrutamos de este tipo de películas sin necesidad de esperar la sorpresa que cambie el rumbo del cine, para los que podemos sentarnos en la sala sin pretensiones lugonescas y sin horrorizarnos con sus repetidas tendencias conservadoras, el combo BarryAmor se vuelve prácticamente infalible.

Aunque Amor a distancia no sea lo mejor de su repertorio y el dueto con Justin Long no alcance el vuelo sentimental que consigue junto a Adam Sandler, Drew vuelve a rendir el precio de la entrada. Esta vez, con una película sincera donde el mayor logro está en haber sabido componer una relación de “pareja moderna”, atravesada y unida por la cultura pop, pero sin la pátina plastificada que se devora a películas pseudoindies como 500 días con ella. Acá el conflicto no pasa por conquistar a la chica inalcanzable, de hielo, como la que interpretaba Zooey Deschanel (soberana de otro reino, el de la histeria hipster). El amor surge entre los protagonistas sin demasiados preludios y lo que se interpone entre ellos es la distancia y la posibilidad de mantener una casta fidelidad.

La pareja se conoce a escasos minutos del comienzo de la película, y de ahí en más el problema que enfrentan los personajes es que en unas pocas semanas concluirá la pasantía que Erin (Drew Barrymore) está haciendo como periodista en un diario de Nueva York y deberá regresar al estado de California para continuar con sus estudios de posgrado. Casi no hay terceros en discordia, enredos ni confusiones que se interpongan en la relación. Hay, apenas, un pequeño temor a enamorarse de alguien que vive al otro lado del país, pero sorteado el miedo inicial sin demasiadas complicaciones los protagonistas se disponen a vivir un amor a distancia. A partir de ahí, el conflicto se corre de lugar y adereza la comedia con un toque bastante light de actualidad. Es que después de un tiempo de contacto telefónico constante, la crisis económica de los Estados Unidos y la de los medios impresos amenazados por Internet (“escribí en un blog”, le dicen a Erin cuando llama para pedir trabajo) son los que, una vez tomada la decisión de mudarse a la ciudad del otro, interfieren en el romance. Nada del otro mundo, un comentario al pasar sobre esa situación poco divertida.

Sin embargo, Amor a distancia pone en escena una pareja querible y creíble que se toma el sexo con naturalidad y sin demasiadas vueltas. Y aunque el sexo da lugar a chistes bastante burdos como el hallazgo de un vello púbico encima de una mesa, la película le otorga la importancia que tiene para las parejas de estos tiempos. Porque en el fondo, o no tanto, el tema de esta comedia es que la distancia impide coger con quien más ganas tenés de coger en el mundo. Leí en varios post de por ahí que, pasada la mitad, la película se vuelve convencional. Error: la película es así desde el principio y no se puede esperar otra cosa del que, quizás, sea el último género puro y duro que se sostiene en Hollywood. Y si eso o algunas otras cosas que suelen aparecer en esta clase de cine molesta, siempre queda la sonrisa de la rubia Drew, aunque algunos digan que en los planos cortos se le ve el bigote.