Amor a distancia

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

Drew Barrymore porta uno de los apellidos más ilustres de la historia del cine norteamericano. Su abuelo es el célebre John Barrymore que ya en la época del cine mudo se hiciera conocer en versiones de “Dr.Jekyll y Mr. Hyde, “Beau Brummel” y en el sonoro en “Moby Dick”, “Svengali”, “Arsene Lupin”, “Cena a las ocho” y junto a su hermanos Lionel y Ethel en “Rasputin”. Su padre: John Drew Barrymore, no alcanzó el nivel de su progenitor y además tuvo un paso por las drogas, que muchos años después repitió su hija.

Ella debutó en el cine con apenas cinco años en “Estados alterados” de Ken Russell pero su primer salto a la fama ocurrió dos años después cuando su padrino Steven Spielberg la dirigiera en “E.T., el extraterrestre”. Seguirían aún tres films más de los cuales destaca “Irreconciliables diferencias” y en menor medida “Los ojos del gato”, sobre cuentos de Stephen King.

Los siguientes cinco años fueron los peores de su vida cuando se produjo su temprana adicción al alcohol y a la droga, de la que felizmente pudo zafar. Entre 1989 y 1994 actuó en diez largometrajes en su mayoría mediocres, ninguno sorprendentemente estrenado en Argentina.

La suerte empezó a cambiar radicalmente a partir de 1995 con películas destacables como “Boys on the side” de Herbert Ross (aquí conocida como “Sólo ellas, los muchachos a un lado”), “Batman eternamente”, “Todos te quieren” de Woody Allen y la primera “Scream” (“Vigila quien llama”) de Wes Craven.

De allí en más su muy prolífica carrera la vio protagonizar dos a tres títulos por año sufriendo además un vuelco al privilegiar las comedias, frente a films de terror y acción. Se la vio junto a Adam Sandler en dos oportunidades (“La mejor de mis novias”, “Como si fuera la primera vez”), Ben Stiller (“Duplex”) y Hugh Grant en la muy agradable “Letra y música”. También en “Los ángeles de Charlie” y su secuela, junto a su amiga Cameron Diaz. Uno de los pocos dramas protagonizados recientemente es “Confesiones de una mente peligrosa”, dirigida por George Clooney. Su película más reciente fue “Están todos bien”, remake de la de Tornatore, con Robert De Niro en el rol central.

“Amor a distancia” (“Going the Distance”) es el primer film de ficción de Nanette Burstein. Aquí Drew es Erin, aspirante a periodista, quien conoce accidentalmente a Garrett, que viene de ser abandonado por su novia. El “coup de foudre” entre ambos tropieza con la dificultad (que el nombre de la película ya indica), de tener ella su trabajo en Nueva York y él en California. Los repetidos viajes en avión, un recurso repetido que un mapa señala, reúnen a la nueva pareja en diversas locaciones. Lástima que todo ello transcurra con muy pobre comicidad a la que poco ayudan los amigos de Garrett, que protagoniza Justin Long (“Duro de matar 4.0”, “Simplemente no te quiere” donde también actúa ella), además pareja de la Barrymore en la vida real. Uno de su colegas es interpretado por Charlie Day, merecedor del premio al peor actor de este año. Los nutridos diálogos entre los amigos apelan a repetidas referencias a la masturbación, autofellatios y otras prácticas sexuales que son muy poco felices, más bien gratuitas. Por el lado de ella, aparece el personaje de una hermana más bien reprimida (Christina Applegate), con dos escenas de sexo en su casa que provocan tibias sonrisas aunque rozan el mal gusto.

Alguien podrá objetar que esta nota se ocupa más de Drew Barrymore que de su última película y no estará errado. Ocurre, como se decía al presentar la misma, que lo único rescatable es la interpretación de la actriz. De allí el contenido de esta crónica y la recomendación de, preferentemente, volver alguno de sus más logrados films anteriores.