Amigos con beneficios

Crítica de Federico Karstulovich - Otros Cines

Gente sexy

Hay un juego de simetrías dado, primero por la casualidad y luego por las características particulares de cada caso. Seamos juguetones: Amigos con beneficios es la traducción literal (fea) de Friends With Benefits. Amigos con derechos es la traducción orientada de No Strings Attached (sin ataduras). En ambas estamos frente a mujeres fuertes, decididas, de armas tomar. Ambas mujeres -hablando estrictamente de actrices: Mila Kunis y Natalie Portman, respectivamente- supieron ser esa suerte de tándem, cara-contra cara en El cisne negro (para más datos ambas son extranjeras que desarrollaron su vida profesional en Estados Unidos), como personajes radicalmente simétricos.

Bueno, estimados lectores, esa simetría nos va a servir para pensar dos películas muy parecidas como son Amigos con beneficios y Amigos con derechos (aunque nos concentremos, claro, en la primera), pero que se ofrecen como exacta contratara.

Dos amigos. Una realidad mediada por el trabajo que luego lleva a una relación más íntima. Momento. Nada de intimidad, sólo sexo. Momento. Sexo y amistad. Gente agradable, rápida, soltera, con ganas de pasarla bien. Sin ataduras (no strings attached). Velocidad. Belleza: Kunis + Timberlake = cometa Halley de las estrellitas hot en ascenso (o ya ascendidas, como gusteis).”Nada más profundo que la piel”, dice Oscar Wilde. Tiene razón. La película es rápida, brillante, poderosa. Pero duda de sus posibilidades, entonces debe mirar su lugar de pertenencia (el género) así como apelar a poco felices líneas secundarias (por ejemplo la relación entre el protagonista y su padre, algo similar al problema que sufría Amigos con derechos, como para seguir con las simetrías).

Amigos con beneficios tiene eso que toda comedia romántica quiere tener: velocidad, cuádruples niveles de sentido, sexualidad, piel, más sexo, algún leve comentario sobre el mundo y su solemnidad (pero como quien lo dice al pasar, sin preocuparse demasiado)…claro… el problema es que la película es de 2011 y no de 1938. Y dado que cuenta con una historia (del género) detrás, se ocupa de recalcarnos su conocimiento particular, pertenencia, acidez respecto del código y otros varios. Eso que, tilingería mediante llamamos metadiscurso. Bueno: la reflexividad de la película pasa por postular esta clase de cosas, justo ahí donde se pedía clasicismo, amor por los personajes, limpieza de cinismo. Escuchamos en boca de los protagonistas algunos de los lugares comunes de las comedias románticas adocenadas… pero ellos también actúan ese rol para nosotros, los incautos espectadores.

En esa puesta en abismo la película se muerde su propia cola (aunque pide a gritos comerse la de sus protagonistas: hete ahí un tema que pedía más espacio, el sexo como juego libertario) y la cosa termina en ese extraño lugar en el que conviven los lugares comunes y la precisión quirúrgica de quienes conocen lo qué hacen, por qué lo hacen y hacia donde van. Ese lugar de certezas finales es el que nos distancia de la brillante superficie de incertidumbres saludables que nos proponían los primeros 25 minutos de película.

Recomiendo comparar los dos planos finales: ver el fuera de campo de Amigos con derechos y su creencia en el género, en sus dobleces y posibilidades y el final de Amigos con beneficios y su lustrosa belleza, que es amable, que no molesta, pero que está condenada al panteón de las grandes ideas desaprovechadas por la jactancia de los astutos, esos que no ven comedias románticas porque “son todas iguales”.