Alma salvaje

Crítica de Benjamín Harguindey - EscribiendoCine

Caer, trepar, andar

A pesar de estar basada en el recuento de una íntima búsqueda personal, Alma salvaje (Wild, 2014) tiene un parecido insoslayable con Hacia rutas salvajes (Into the Wild, 2007) y Comer Rezar Amar (Eat Pray Love, 2010), otras películas inspiradas en exóticos viajes de auto-ayuda (los cuales venden muy bien, por cierto). De la historia de Christopher McCandless saca el ansia por el bello pero inclemente mundo de la naturaleza, nutrido por aquello que Thoreau describió como la “silenciosa desesperación” en la que vive el americano promedio, mientras que copia el arco de sanación física, psíquica y espiritual de Elizabeth Gilbert.

Siendo justos, el peregrinaje de Cheryl Strayed – una travesía de 4,300 kilómetros a pie a lo largo del “Pacific Crest Trail” – es infinitamente más interesante que las vacaciones pagas que inspiraron Comer Rezar Amar. Como Gilbert, Strayed se lanza a la aventura luego de una conga de sucesos traumáticos – entre ellos un divorcio y el tórrido episodio de autodestrucción que le secundó – y lo hace sin mucha preparación y menos idea todavía. Pero su historia no es ni tan deprimente como Hacia rutas salvajes, ni tan banal como Comer Rezar Amar.

Cheryl es interpretada por Reese Witherspoon, cuya presencia es un arma de doble filo. Es el tipo de actriz que puede “cargarse una película entera al hombro”, lo cual viene fantástico porque pasa la mayor parte de la película a solas. Desde que Witherspoon debutó en el cine a los 15 años que actúa ininterrumpidamente y sólo acepta papeles protagónicos que requieren cierta audacia. Como de costumbre, Witherspoon es intrépida, testaruda e infatigable. La primera vez que la vemos aquí se halla en la cima de una montaña, sucia y desaliñada. Se quita las botas y vemos sus pies magullados y ensangrentados. Sin más preámbulo se arranca una uña que se ha lastimado y ha quedado floja. Una de sus botas cae al vacío. Ella toma la otra bota y la lanza, gritando. Ya no le sirve.

Precisamente porque es Witherspoon la que desafía la sed, el hambre, la intemperie y la abstinencia de todo lo que es fácil y civilizado que Alma salvaje no deja mucha cabida para el suspenso sobre el acometido de su heroína. Hagan la cuenta: ¿hay alguna película en la que Reese Witherspoon no se haya salido con la suya?

La odisea de Cheryl se ve entrecortada por fragmentos de su pasado, que de a poco van revelando el porqué de su arduo peregrinaje. El otro personaje clave de la película es la madre de Cheryl, interpretada por Laura Dern, ella que siempre contagia júbilo. El resto del elenco está compuesto por los encuentros casuales pero trascendentes que Cheryl tiene a lo largo de su viaje. Típicamente muchas de estas escenas rellenarían la película, pero en este caso todas tienen algo relevante que contar o revelar sobre la protagonista y su estado mental. Nuestra heroína pasa tanto tiempo a solas o en compañía de los fantasmas de su pasado que cada vez que se topa con un extraño inmediatamente sospechamos de lo que pretende.

La película construye estos encuentros muy bien, y en general triunfa al poner al espectador en el sitio de su protagonista y compartir su historia. No en menor medida gracias a la dirección de Jean-Marc Vallée y el guión de Nick Hornby. Vallée dirigió Dallas Buyers Club: El club de los desahuciados (Dallas Buyers Club, 2013), sobre un hombre cuya enfermedad terminal cambia radicalmente las reglas de juego de su vida, mientras que Hornby es el autor de Alta fidelidad (High Fidelity, 1998) y Un gran chico (About a Boy, 2002), sobre hombres inmaduros forzados a salir de su zona de confort. Cada uno es experto a su manera en tratar personajes que deben recuperar el eje gravitacional de su pequeño y desencajado mundo. Cheryl Strayed podría haber elegido peor a los encargados de llevar su historia al cine.