Alicia en el país de las maravillas

Crítica de Martina Hirsch - Otros Cines

Bienvenidos al país de la locura

Casi 150 años después de su publicación, la notable novela fantástica -y protofeminista- de Lewis Carroll (en realidad, son dos los libros que sirvieron como punto de partida para el guión) es retomada por el no menos genial director Tim Burton en una superproducción de Walt Disney a puro CGI concebida para salas 3D digitales.

Aunque en este sitio se suele analizar en detalle las posibilidades comerciales de las películas (en este caso, la combinación Burton + Depp + Sello Disney + 3D + historia clásica de corte fantástico para toda la familia es sinónimo de un éxito descomunal), voy a concentrarme en los logros (que los hay, y muchos) y en ciertas carencias (que por suerte no son tantas) de este film.

Más allá del prólogo y de algunos flashbacks que muestran a la Alicia con los entre 6 y 7 años con que siempre se la conoció, la heroína de Burton (convincente trabajo de Mia Wasikowska) es una bella londinense de 19 que -entre distracciones, pesadillas y rebeldías varias- deja plantado en medio de la fiesta de compromiso a su patético novio que le podría dar a ella y a su madre (su padre, un empresario visionario, ha fallecido) una vida llena de holgura y previsibilidad.

De todas maneras, más allá de ese marco, casi 90 de los 108 minutos del relato transcurren en el País de las Maravillas, donde Alicia quedará en medio de la disputa entre la malvada Reina Roja (otro gran trabajp de la señora Burton, Helena Bonham Carter) y su hermana, la bondadosa Reina Blanca (una Anne Hathaway que no alcanza a lucirse demasiado. Para ayudarla, claro, allí estarán El Sombrerero Loco (otra delirante creación para la galería de excéntricos y fascinantes personajes de Johnny Depp) y una amplia variedad de criaturas que la acompañarán en sus aventuras.

El film tarda un poco en arrancar (Depp aparece a la media hora) y hay momentos no demasiados sustanciosos en términos narrativos en los que todo queda casi reducido a un despliegue de sofisticadas creaciones visuales. Pero, incluso en esos pasajes donde hay más regodeo formal que hondura dramática, la película nunca deja de fascinar. Como fanática de Tim Burton me quedé con ganas de más (la segunda mitad de la película es excepcional) y, por más que Alicia en el País de las Maravillas no alcance el status de obra maestra, ratifica a un director dueño de un universo (léase una amplísima paleta de recursos en todos los terrenos del cine) único y deslumbrante.