Alicia en el país de las maravillas

Crítica de Laura Tuyaret - Dulce Pururú

Si tuviéramos que ponerle otro título a la última producción de Burton, para que no resulte engañoso al espectador y para que combine con el tipo de película que es, podría ser perfectamente “El Retorno de Alicia en el País de las Maravillas”. Porque, si bien al comienzo logra confundir un poco, éste film cuenta otro episodio de la vida de la rubia de vestidito azul en ese mundo de ensueños.
Han pasado 13 años desde la primera vez que Alicia soñó con el País de las Maravillas, y sus sombrereros locos, sus animales parlantes, sus reinas extrañas, sus gatos que se esfuman y cambian de formas. Ya nada es nuevo para ella, todo el tiempo está conciente de que es un sueño. No avanzará mucho la película hasta que una misión prácticamente suicida sea encomendada a esta joven, de marcado perfil valiente.
Porque Burton nos pinta otra Alicia, más moderna. Una joven feminista, si se quiere, que se niega a casar sin amor sólo por seguir los cánones de la sociedad, que está dispuesta a desempeñarse en un trabajo que en esa época era sólo para los hombres. La Alicia de Burton es una Alicia revolucionaria. Burton dejará muy en claro su cometido de transformar el espíritu de éste histórico personaje cuando sobre el final nos parezca estar viendo a Juana de Arco (quienes la vieron sabrán a que escena me refiero).
Y la historia de Burton también es una historia más moderna. Es más lineal y tiene una explicación final que no se nos desvanece como arena entre los dedos como en la historia original. Porque en el cuento uno tenía una sensación de desilusión al ver que todo lo espectacular que habíamos vivido junto a Alicia era sólo un sueño. El desenlace de Burton es mucho más consistente. Nos habla de que a pesar de ser parte de una fantasía, no deja de ser real; y que los sueños existen para ser realizados, para poder bajarlos a la cotidianeidad. He aquí otro aspecto de la rebelde Alicia burtoniana que, como los grandes revolucionarios, se guía por utopías que busca concretar en la vida real.
Las características físicas extremas de los personajes (muy gordos, muy altos o muy bajos, muy cabezones), las ojeras marcadas, las gamas de colores utilizadas (negros, índigos, verdes, rojos y grises), los extremos de las líneas que se espiralan, la infaltable presencia de Johnny Deep y Helena Bonham Carter, y el tema de la paternidad como móvil de los protagonistas son las señas típicas de que estamos viendo una película de Tim Burton.
Pero será tal vez porque las grandes empresas son muy influenciadoras, y más tratándose de Disney, en donde un estilo cinematográfico es el que debe prevalecer, ésta me pareció una de las películas menos burtonianas que ha hecho este director. Desde que la misión -que es el nudo de la historia- es encomendada a Alicia, me pareció estar viendo un híbrido entre El Señor de los Anillos y Harry Potter. Ésta joven pálida y rubia, cual Frodo recién atacado por la araña gigante, debe aniquilar al Jabberwocky para salvar al País de las Maravillas de la tiranía de la malvada Reina Roja… o llevar el anillo a Mordor para liberar al mundo del poder del Señor Oscuro ¡Ya me confundí!
De todos modos, no quiero ser pesimista y guardo todas mis esperanzas para que éste fantástico director, tan original y único, vuelva a sorprendernos con alguna de sus bizarras historias.