Alicia en el país de las maravillas

Crítica de Daniel Cholakian - CineramaPlus+

Esta versión propone un camino lineal, determinado por una moral sin sustento, con el que finalmente se constituye una Alici aventurera, pero en el peor sentido.

Tim Burton ha dirigido y producido muchas películas, algunas brillantes, algunas menos logradas, y en esta prolífica carrera, ha consolidado un rictus cinematográfico, un gesto pictórico, que atraviesa su obra, y trasciende, incluso, a otras formas narrativas. Ese gesto, aun cuando no parece el mismo a lo largo del tiempo, si uno observa la relación entre las características plásticas de El joven manos de tijeras o El extraño mundo de Jack y Charlie y la fábrica de chocolate y esta Alicia, sostiene, sin embargo, la expresión de un mundo en que lo adulto y lo infantil se cruzan, asumiendo la inevitabilidad del mal. Lo sombrío de aquellas, sigue presente en la actualidad falsamente luminosa y contrastada.

De modo que Alicia en el país de las maravillas, relato tradicional que ha tenido infinidad de interpretaciones y abordajes – todos ellos legítimos –. es naturalmente un terreno apto para la irrupción de Burton en la translación a la pantalla. Eso, y la imaginería subyugante del dúo Burton – Deep para dar lugar a la aparición de personajes complejos, perversos y fascinantes, eran suficientes como para despertar grandes expectativas en la película.

Burton decide en esta adaptación escribir una nueva historia de Alicia, con sus premisas originales y algunos de sus personajes. Alicia, que ha cargado toda su vida con unas pesadillas que alteraban su sueño, es llevada a una fiesta donde un joven lord, a todas luces un tonto irremediable, va a pedir su mano, en casamiento arreglado por las partes. Allí aparece entonces el viejo conejo blanco, al que sigue. Finalmente cae en un pozo y, remedando el original asunto del líquido que la encoje y el bocado que la hace crecer, ingresa en el mundo de las maravillas.

A partir de ese momento, cualquier coincidencia con el viejo relato es, o mala utilización de personajes originalmente más ricos y prepotentes con la lógica, o pura imaginación plástica puesta al servicio de una reproducción falsa de sí mismo. Burton traiciona el espíritu del relato y traiciona su propia argumentación pictórica del mundo.

Alicia… sigue siendo en esta versión, un ritual de pasaje. En este caso entre la adolescencia y la adultez, y es gracias a este camino de transformación que Alicia decide rechazar el camino que había sido elegido para ella. Claro que, contra la vacilación, las continuas volteretas a la lógica, la afirmación de la inconsistencia significante de las palabras, esta versión propone un camino lineal, determinado por una moral sin sustento (¿por qué salvar el mundo de la reina blanca?), con el que finalmente se constituye una Alicia aventurera, pero en el peor sentido: su aventura real será la expansión colonial británica (y dejaré todas las implicancias histórico políticas que tiene el final de la película).

Aun si todo esto fuera cierto, pero Burton lograra un relato atractivo, seguramente mis reparos serían menores. Pero ni siquiera logra contar una historia interesante, atrapante, o, aunque más no fuera, plásticamente deslumbrante. Desde el momento en que Alicia ingresa al mundo subterráneo, su destino, el camino a seguir, y el desenlace están contados y develados.
Todo carece de intriga y suspenso. Pero por sobre todo de vacilación. El relato se convierte, sorprendentemente, en una tonta aventura con final conocido. Casi ninguna de las características que hacen del relato de Lewis Carroll un texto que puede ser re-explorado casi hasta el infinito, emergen en la película de Burton.

Y para colmo de males, el personaje del sombrerero loco, que adquiere en esta re-versión un protagonismo que no tenía en el original, comienza como aquel que puede resumir muchas de las características de los personajes clásicos, duda, juego de palabras, imposición de la duda, pero rápidamente se transforma para terminar siendo casi un héroe romántico. Deep, en el rol, tal vez perdido por esa inconsistencia del personaje, hace emerger sus antiguas creaciones (Charlie, Jack Sparrow) lo que desdibuja aun más su sentido en la trama.

Es cierto que Burton puede construir un mundo mágico y coherente plásticamente, pero en esta ocasión incluso queda atrapado en un trabajo de cámara (¿requerido para que el 3D sea más impresionante?) que no permite una pausa, un encuadre potente, inteligente, rítmico. Todo el vértigo impuesto en los movimientos solo aporta molestia y confusión.

El mundo de la Alicia de Burton es mucho más convencional y moralista que aquel maravilloso mundo que Alicia conoció en la novela de Lewis Carroll.