Alicia a través del espejo

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

Una carrera contra el Tiempo

Hace seis años, Tim Burton se hizo cargo de una de las nuevas iniciativas de la Disney, en su campaña de revisar sus historias clásicas en live action y con nuevas miradas sobre sus personajes (si “Maléfica” es una lectura a contrapelo, casi digna de Pacho O'Donnell, “El libro de la selva” es una vuelta sobre la crudeza de Rudyard Kypling). En el caso de Burton, se le dio la oportunidad de meterse con el mundo de Lewis Carroll en “Alicia en el país de las maravillas”, sobre un guión de Linda Woolverton (la misma que escribiría “Maléfica”), que parte de la premisa de que es la “segunda venida” de Alicia (Alice Kingsleigh) a la Infratierra, un mundo al que llegó de niña y luego había olvidado: podemos pensar que se aceptaba como la primera a la propia novela de Carroll, pero tendría sentido si fuese la película animada de Disney de 1951.
Burton recurrió a un interesante diseño de producción de Robert Stromberg (que repetiría el puesto en “Oz, el poderoso”, y fue director en “Maléfica”), una riquísima paleta visual, vestuarios de Colleen Atwood (que colaboró con él desde “El joven manos de tijera”, y es siempre celebrada en estas páginas) y los alocados personajes de Carroll, dos de los cuales confió a sus actores fetiches: Johnny Depp y Helena Bonham Carter, su propia esposa, ideales para encarnar al Sombrerero Loco y la Reina Roja, respectivamente. Pero como dijimos, era un regreso, por lo que Alicia era una adolescente que volvía al mundo de su infancia, y es ahí donde entró ese asunto del crecer, cercano a “Peter Pan” (y tempranas vueltas, como “Hook” de Steven Spielberg), con lo que Carroll se une a ese otro gran imaginador complejo de su tiempo, que fue James Matthew Barrie (personaje que curiosamente encarnó Depp en “Descubriendo Nunca Jamás”).
Desde el pasado
Ahí se ancla Woolverton para pensar “Alicia a través del espejo”, secuela de esta nueva continuidad, con Burton en la producción y James Bobin como director, con Dan Hennah (llegado desde la trilogía de “El Hobbit”) en un diseño de producción elegante, que brinda unidad con la cinta anterior; también vuelve Atwood junto al compositor Danny Elfman. La historia toma el concepto del cruce del espejo, pero toma por otros caminos, apostando por la aventura y con algo de “¿Dónde está Carmen Sandiego? Búscala en el tiempo”, aquel primigenio videojuego donde se perseguía a la criminal, pero esta vez a través de diferentes períodos históricos.
Se nos indica que han pasado algunos años, Alicia ha perdido a su padre y se ha convertido en capitana del Maravilla, el barco que heredó de él. A su regreso, se entera de que también ha muerto Lord Ascot, y que su hijo (a quien alguna vez rechazó como pretendiente) quiere quedarse con la casa de su madre. Estando en la propiedad de los Ascot (donde alguna vez cayó en el pozo) es interpelada por una mariposa azul que no es otro que Absolem, la oruga azul que conociese en Infratierra. Allí cruza el espejo de marras y llega a ese mundo fantástico, pero para enterarse de que el Sombrerero está en una crisis depresiva: ha encontrado un objeto de su pasado que creía perdido, y que indicaría que su familia podría estar viva o al menos no haber muerto cuando él creía.
Así que Mirana, la Reina Blanca, sugiere a Alicia que se haga con la Cronoesfera, propiedad del Tiempo, para volver al pasado y resolver el enigma. Pero una pista lleva a la otra, y averiguará más cosas de las esperadas, incluyendo el pasado de Mirana e Iracebeth (la Reina Roja), mientras pone en riesgo la trama del tiempo. Hay algo de teorías circulares sobre el tiempo, de esas que están enloqueciendo a multitudes en “Game of Thrones”; curiosamente, uno de los relatos emblemáticos de esta teoría es “La carrera de la Reina Roja”, de Isaac Asimov (dato de color, para que el lector se entusiasme).
Pequeños gestos
Por supuesto, siempre hay un poco de pérdida en querer racionalizar Infratierra o Nunca Jamás, y se deja de lado el exotismo para apuntar a la aventura y a cierto contenido edificante, a la vez que se muestra que el bien y el mal no son absolutos. Pero el resultado es digno, con un gran logro visual, que apuesta a un diseño bastante steampunk para el Tiempo y todo lo que lo rodea (con muelles y engranajes), con una Cronoesfera digna de “La máquina del tiempo” de H.G. Wells.
En cuanto al elenco protagónico, ya sabemos de lo que son capaces: Depp hace gala de todo su repertorio de recursos expresivos que lo trajeron hasta aquí, de Edward Scissorhands a Jack Sparrow, aunque su Sombrerero tiene algo de luminoso y aniñado (exacerbado por la puesta visual) ausente en otras composiciones. Bonham Carter le ha dado a su marido algunos de sus personajes más temibles e intensos, e incluso su Bellatrix Lestrange de “Harry Potter” parece una criatura burtoniana; con este bagaje, su Reina Roja se luce en pequeños matices faciales, amplificados por el maquillaje y la ampliación digital de su cabeza.
Junto a ellos, Mia Wasikowska demuestra que ha crecido tanto como Alicia, en edad y carrera actoral, y se despliega cómoda como heroína resuelta, con su cara de polaquita alegre y su lunar de diva del cine mudo. La que se debe haber divertido mucho es Anne Hathaway como Mirana: su interpretación es teatral, llena de pequeños clichés de hada buena de cuento (la forma de mover las manos, las sonrisas, los pasitos cortitos y rápidos).
Sacha Baron Cohen está cumplidor en su rol de encarnación del Tiempo, mientras que Matt Lucas le pone gracia a los gemelos Tweedledee y Tweedledum, abajo del retoque digital. Aportan a la causa Lindsay Duncan como Helen (la mama de Alicia), Leo Bill como Hamish Ascot y una pincelada de Richard Armitage como el rey Oleron, padre de las dos reinas. En el reparto de voces destaca el fallecido Alan Rickman como Absolem, en su último rol. Para él también es una despedida, como lo es en otro modo para Alicia. Pero siempre quedan, como dice El Sombrerero, los jardines de la memoria.