Algunas chicas

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Con tres películas, Santiago Palavecino (La vida nueva) es un claro exponente del cine Indie local. Como en sus films anteriores se vale del género para adentrarse en una narración mucho más particular.
El universo de Algunas Chicas es femenino, las mujeres son las que expresan sus emociones y dejan sus pulsiones a flor de piel.
Un enigmático cuento de suspenso, el centro son cinco mujeres, pero el punto de vista lo posee Celina (Cecilia Rainiero) quien llega a un pequeño pueblo para instalarse en la casa de una amiga a quien hace muchos años no ve.
Celina es médica cirujana y viene huyendo de una relación quebrada. Al llegar al hogar de su amiga, casada, nota la ausencia de Paula (Agostina López) la hijastra de la mujer. Quien parece está encerrada en su dormitorio y no quiere salir de él.
Este halo de misterio se acrecienta cuando al día siguiente Celina salga a recorrer el pueblo y se encuentre con otras dos mujeres, amigas o conocidas de Paula, cada una con características particulares, que la increpan por el destino de la ausente y pronto entran en confianza.
Celina cada vez más se introduce en la historia de Paula, de estas dos mujeres y de su amiga, llenando todo de un misterio palpable.
También se siente la necesidad de olvidar, Celina se deja llevar, recorre la zona con cada una de las mujeres, deja que le cuenten más que hablar de ella misma. El misterio se agiganta y los lazos extraños comienzan a tejerse, más aún cuando la mentada Paula diga presente.
No hablamos de hombres, que los hay, pero no ocupan el rol central, Palavecino los ubica en lugar periférico, de circunstancia o detonante.
El padre de Paula, un dealer, un chofer, y otro par que se revela sobre el final. Todos están ahí, en escena, haciendo sus aportes a las historias de cada una de estas mujeres que son las que expresan qué es lo que les sucede.
El guión se desarrolla cual viñetas, instantes separados en la estadía de Celina, que inicia así un viaje de auto descubrimiento. Como un mosaico gigante que podría funcionar también como gran estructura teatral.
Hay algunos giros importantes en la historia que no conviene desarrollar, pero que un ojo atento puede adivinar a los pocos minutos. Esto no desmerece un guión que finalmente no se inclina tanto por el misterio como por la introspección.
Palavecino es un sólido director actoral, y eso se nota en la armonía lograda en cada escena. Las cinco mujeres logran momentos destacables, en solitario o en apoyo. En especial se destaca la labor de Ailin Salas a quien la cámara adora desde la primera escena.
Salas, poseedora de esa belleza salvaje y de esos gestos rabiosos sin necesidad de sobre expresión (casi todo lo contrario) acapara cada cuadro en que participa, se adueña de la mirada del espectador; con el personaje más enigmático de todos.
Un gran trabajo en la fotografía, a cargo de Fernando Lockett, quien junto a la disimulada banda sonora generan un cuadro entre lo ominoso y lo cotidiano de quien se adueña de la noche para olvidar sus días.
Finalmente Algunas Chicas no es un thriller, se vale de él para profundizar en un drama sobre mujeres que sufren cada una a su modo, o al mismo modo de todas en conjunto. Donde la identificación con el público femenino es probable que surja de modo natural.
Aquellos espectadores que busquen modos narrativos diferentes saldrán mucho más favorecidos que quienes se introduzcan en la búsqueda de un relato lineal. Palavecino no sólo habla desde el texto, se vale de la potencia de la imagen, de la gestualidad, y hasta de lo no expresado para que entendamos lo que nos está queriendo contar, algo mucho más regular de lo que aparenta.