Alerta extrema

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Gerard Butler no es pariente de Liam Neeson, pero bien podrían formar parte del mismo gremio cinematográfico: héroes hasta contra su voluntad. Cuando interpretan a esos personajes que, sin miramiento alguno, ni preocupación por su propia vida, pelean mano a mano, o a balazo limpio contra gente mala, muy mala. En Alerta extrema, Butler es, también, duro de matar.

Al margen de entender o no por qué Plane (Avión) en Latinoamérica se tradujo como Alerta extrema, la trama tiene a un piloto de avión comercial, en una aerolínea no de low cost, pero casi, al que cuando debe despegar y se avecina una tormenta en la ruta no le permiten bordearla, porque gastaría demasiado combustible para tan pocos pasajeros.

Brodie Torrance -sí, tiene el mismo apellido que el personaje de Jack Nicholson en El resplandor- es de esos comandantes de vuelo amables, que hasta se permite hacer chistes con los pasajeros en situaciones incómodas. Como, por ejemplo, cuando un rayo alcance al avión y deba intentar aterrizar a ciegas, sin ayuda de ningún mecanismo, sea donde sea. ¿El mar?

No todo es catastrófico y Torrance y su copiloto Dele (Yoson An, que estuvo en la Mulán con actores), que es padre de familia como él, y que tiene esa típica foto con la familia en un bolsillo, y aunque con riesgos, logran aterrizar. Pero lo hacen en una isla de las Filipinas en la que los rebeldes en contra del gobierno tienen una fuente de recursos inagotable: pedir rescate por cientos de miles de dólares a extranjeros.

Ah, lo que no estábamos contando es que entre los pasajeros hay un prisionero, al que llevan a extraditar, esposado. Antes de aterrizar, quien lo custodiaba muere, y veremos si Louis Gaspare (Mike Colter, de la serie de terror Evil) es violento, peligroso o hasta puede ser de ayuda a Torrance, cuando caigan en manos de los rebeldes.

Alerta extrema no es una película original por ningún costado desde el que se la mire (los diálogos son, tal vez, quizá, en una de ésas, lo más flojo del guion). Un guion que tiene un poco de cine catástrofe, otro de terroristas rebeldes, y algo de la pareja que debe formarse a la fuerza para poder salir victoriosa, o al menos, no morir en el intento.

La acción es trepidante, los combates cuerpo a cuerpo tienen una coreografía precisa. El director francés Jean-François Richet no se volvió loco a la hora de sentarse a editar la película, y no apela a cortes extraños para acelerar el vértigo de las peleas, que por lo general están rodadas cámara en mano y en una misma toma, casi sin cortes.

Bueno, es una manera de abaratar costos, como también no rodar en Filipinas, sino enteramente en Puerto Rico.

Pero lo que hace que la película cumpla con lo que promete, sin sobrarle absolutamente nada, es el carisma con el que -siempre- el actor de 300 arremete con sus personajes. Le creemos, no queremos que sufra o muera. Piensen con cuántos actores de acción les pasa lo mismo, hagan las cuentas y después me dicen.