Al desierto

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Contigo a la distancia

Con el nuevo opus del director Ulises Rossell, Al desierto, ocurre algo similar a lo acontecido con la película de Santiago Mitre, La Cordillera, que levantó tanto polémica como polvareda en el público por su manifiesta sensación de ambigüedad en una trama donde todas las piezas podrían encajar en un género, más que en un relato de complejidad narrativa y donde en definitiva nada de lo que parece es.

El desierto es el escenario donde se instala esta historia desde el punto de vista espacial. Las grandes dimensiones, cubiertas de arena y la nada, hacen de la travesía de los dos personajes un intenso viaje interior. No porque cuenten demasiado de su pasado, ni ella ni él son verborrágicos, sino por esa forzada convivencia donde cada uno expresa lo que en ese momento pasa por su cabeza y su cuerpo: cansancio, agotamiento, miedo, deterioro El símbolo del desierto también está presente en esa impronta de los extraños que a la deriva buscan un camino, sea la ruta o un refugio en medio de los médanos, un sol abrazador y el instinto de supervivencia que emerge tras un accidente intencional como parte de un mecanismo de defensa de ella y posterior huida ante el latente peligro masculino.

Valentina Bassi y Jorge Sesan, resultan ideales para este tipo de desafío, no sólo ponen el cuerpo en escenas donde el físico sufre los embates de lo salvaje, sino que también construyen con meticulosidad -y sin ampulosidad- un entramado psicológico que por momentos desorienta y se acerca a lo que se denomina en la teoría básica como síndrome de Estocolmo.

Pero eso no abarca el núcleo de esta historia porque como en toda travesía de fuga aparecen personajes secundarios. En este caso un policía, un subcomisario y un baqueano a cargo del todo terreno Germán De Silva, quienes aportan desde una subtrama paralela la presencia latente de los acechadores. La propuesta de Ulises Rossell juega entonces con la ambigüedad hasta el final por el intercambio de roles en que los perseguidos setransforman tras la larga travesía desértica de víctimas a cómplices del crimen -tómese esta palabra de manera no textual por favor- mientras el desierto y los parajes del camino los cobijan y acompañan en su soledad.