Al cine con amor

Crítica de Emiliano Fernández - A Sala Llena

El oficio de opinar.

¿Qué sería de la crítica cinematográfica sin las viejas y queridas polémicas? Por más que todos gustamos de vanagloriarnos de nuestra formación -sea teórica, técnica y/ o práctica- enarbolando la bandera explícita o implícita de una subjetividad con pretensiones de ecuanimidad, en realidad el único baluarte que interviene al momento de juzgar un film es el capricho liso y llano de quien escribe. A pesar de que aquel elitismo, vinculado a los todopoderosos medios del pasado, fue progresivamente reemplazado por esta suerte de democratización limitada vía Internet, la multiplicación de voces conservó los criterios para definir a la actividad a rasgos generales y según los diferentes puntos de vista superpuestos.

Servicio público, comentarios adicionales, mecanismo de legitimación artística, engranaje descriptivo superfluo, análisis/ ensayo polirubro, información “coloreada”, etc. Cada categoría examina un plano del oficio de opinar sobre el trabajo de terceros, el cual a su vez puede ser homologado a la dimensión gerencial de cualquier esfera o sustrato laboral. Redactar una reseña sobre un documental que retrata a una figura legendaria del ambiente es una tarea insólita, por momentos hasta paradójica: Al Cine con Amor (Life Itself, 2014) se mete de lleno en la carrera y los padecimientos de salud de Roger Ebert, quizás la pata más famosa del dúo que conformó con Gene Siskel, otro recordado crítico estadounidense.

El convite transita por los lugares comunes de la historia del susodicho: sus inicios en el periodismo, su llegada al rol de editor a corta edad, el alcoholismo, su participación en Más Allá del Valle de las Muñecas (Beyond the Valley of the Dolls, 1970) y en otros proyectos del mítico Russ Meyer, su Pulitzer de 1975, los primeros pasos de su sociedad con Siskel en la televisión pública, los conflictos de todo tipo con su compañero, su curaduría en retrospectivas y charlas abiertas, las coberturas del Festival de Cannes, el casamiento con Charlie Hammel-Smith, y finalmente su cáncer de tiroides, el que terminó desencadenando la remoción total de su mandíbula en 2006 y un cúmulo de inconvenientes para la pareja.

Balanceando la faena profesional y los peldaños de una vida que se apagó en 2013, en plena producción del presente opus, el director Steve James no problematiza lo suficiente el papel de la prensa en la difusión de determinados clichés acerca del séptimo arte y hasta comete el error de darle demasiado tiempo de pantalla a la intimidad maltrecha de Ebert, no obstante en simultáneo compensa tales deslices con una reconstrucción detallista de su devenir intelectual, los vaivenes del medio televisivo y una pasión cinéfila que enmarca tanta vehemencia a la hora de arrojar flores o disparar dardos a la obra de turno. Sin dudas la película le hace justicia a aquel populismo sofisticado de Ebert y su enorme honestidad…