Aires de esperanza

Crítica de Juan Pablo Ferré - A Sala Llena

Lo que el reo nos dejó.

Los primeros tres minutos de Aires de Esperanza demuestran la pericia de un gran guionista y realizador, pues no le hacen falta más de dos o tres escenas y una voz en off para pintar el cuadro de situación que viven esta madre depresiva (Kate Winslet) y ese hijo magnánimo (Gattlin Griffith) antes de que la trama se desarrolle. Jason Reitman, responsable de películas muy populares en los últimos años (La Joven Vida de Juno, Gracias por Fumar, Amor sin Escalas) y alejado esta vez del humor ácido y canchero, nos brinda aquí un drama que sin un poco de cuidado en lo formal o narrativo podría haber caído directo al infierno del estreno directo a DVD.

La separación a Adele (Winslet) no le pegó del todo bien y pese a que los años pasaron, cada vez se ve más temerosa del mundo exterior. Henry (Griffith) entiende fácilmente que hay un hueco en la familia y busca llenarlo a toda costa -conflictos edípicos mediante- aunque sin demasiado éxito. Esa falta será suplida de modo casual cuando Frank (Josh Brolin), un convicto que escapó de prisión, irrumpa en su casa buscando refugio.

La aparición de Frank y la manera en que ambos terminan por aceptarlo bajo su techo es otro gran acierto de Reitman, que logra mostrarnos una situación algo difícil de creer como si no lo fuera. Para ello, el director se vale de una elección de tono perfecta para el personaje y una ejecución sin exabruptos de Brolin: Frank logra que Adele y Henry los ayuden sin utilizar la violencia física, sin necesidad de levantar la voz y con una serie de amables amenazas y sinceros ruegos que resultan convincentes para ellos y para nosotros. Hay miedo en Adele y Henry cuando permiten que un asesino se quede en su hogar, pero también es claro para ellos que ese hombre representa algo más, una bella oportunidad.