Aguas turbulentas

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Ensayo sobre la culpa y cómo no sentirla

Filme noruego que permite reflexiones más allá de su trama.

Es un riacho, no muy profundo, allí donde ocurre el hecho. Jan es acusado de haber asesinado a un niño, por lo que, cuando sale de purgar su condena, tendrá una despedida acorde de parte de los otros presos: cabeza sumergida en agua, una buena golpiza y mano derecha casi fracturada, ya que un organista le consigue trabajo en una iglesia para tocar el órgano.

A esas aguas del comienzo hace referencia el título de esta impactante película noruega, en el que el sentimiento de culpa atraviesa a cada uno de los personajes. Porque si Jan siempre adujo su inocencia, la madre del niño fallecido, a Agnes, cuando lo reconozca sentado detrás de los teclados, se le revolverá el estómago. No sólo porque lo ve libre, sino porque había sido ella quien dejo al pequeño en su cochecito en la puerta de una chocolatería, cuando entro al baño a limpiarse la ropa y alsalir, ya no lo vio.

Enter el ascetismo de Erik Poppe y las actuaciones de Pal Hagen Valheim Sverre y Trine Dyrholm, más Ellen Dorrit Petersen, como la pastora con hijito de la que Jan se enamora, pero le oculta su pasado, son de los mejores atributos de este filme inclasificable. Porque tiene suspenso, pero también es un drama, todo con una intensidad asombrosa. Jan y Agnes intentan, cada uno por su lado, reconvertir sus vidas luego de aquel hecho -uno reinsertándose en la sociedad; la otra, con dos niñas adoptadas-, siendo ambos personajes culpógenos crónicos, buscando revancha en la vida, o tal vez una venganza terrible.

Lo que podría caer en convenciones múltiples -alguna al director se le escapa- deriva en una narración fluida en la que se conjugan distintos tiempos de la historia (la reconstrucción del pasado, y el presente, a la vez contado por separado entre lo que viven Jan y Agnes).

Como todo gran filme, permite reflexiones que trascienden la trama. Qué estamos dispuestos a perdonar, a otros y a nosotros mismos, está en el centro, es el nudo a desatar de este atrapante relato.