Aguas turbulentas

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Algo de pecado, culpa y redención

Qué hubieran opinado Bergman y Kieslowski sobre Aguas turbulentas? Sucede que temas importantes como el pecado, la culpa y la redención, con la correspondiente música sacra de cortina sonora, recorrieron parte de las filmografías de ambos directores: prestigiosos, densos, interrogadores a través de sus historias. Esta película de Erik Poppe plantea argumentos cercanos a los de La fuente de la doncella (Bergman) y No matarás (Kieslowski), ubicando la trama en un pueblo nórdico donde el personaje central consigue trabajo como organista de una iglesia luego de cumplir una condena en la cárcel por asesinar a un chico. Sus intentos de formar una familia con una mujer y un hijo sin padre empiezan a trastabillar cuando aparece la madre del chico “supuestamente” asesinado por el músico de parroquia.
Hay una primera parte descriptiva, solemne y grave en sus tonos, al bucear en la psiquis atolondrada del personaje central; en tanto, en la hora final modifica el punto de vista y se entromete en la personalidad de una madre que no comprende cómo los habitantes del pueblo aceptan a un asesino de criaturas. Esta segunda mitad, más interesante y menos enfática que la anterior, omite los planteos teológicos expresados de manera pomposa para mostrar las idas y vueltas de dos parejas en colisión debido a un hecho trágico del pasado.
En efecto, Aguas turbulentas es una película de guión con un cuarteto actoral digno de destacar y textos que resaltan la solemnidad y gravedad del asunto, aclarando definitivamente sus propósitos en una secuencia final que apunta a la emoción a través de una montaña de arrepentimientos y disculpas debido a un pasado conflictivo. Pero siempre aferrándose al guión, jamás desde la puesta en escena. Y entonces, ¿qué dirían Bergman y Kieslowski sobre el film de Poppe? Tal vez con una sonrisita irónica hubieran zafado de cualquier otro compromiso.