Aguas turbulentas

Crítica de Daniel Cholakian - CineramaPlus+

Lo interesante que tiene la película, poner en juego valores como verdad, justicia, perdón, expiación y memoria, es atravesado por un final que navega entre el suspenso y el melodrama.

La película comienza cuando Jan sale de la cárcel donde cumplió su condena, después de haber sido culpado – aun cuando él asegura que fue un accidente – por el asesinato de un niño. Sin embargo, la historia es anterior y entrelazando pasado y presente, el protagonista deberá encontrar su modo de vincularse con el mundo, una vez en libertad. En el presidio él tocaba el órgano en las ceremonias religiosas, por lo cual se postula por un trabajo de organista en una iglesia. Ese puesto le garantizará un salario y alojamiento.

Una vez instalado allí, confrontando con el encargado de la capilla, la mujer que oficia de sacerdote en la misma y su pequeño hijo, Jan, que usa su segundo nombre Thomas, para evitar ser reconocido como el famoso infanticida que él mismo fue, se enfrenta con temas claves de la vida religiosa (que son los de su propia vida): la culpa, el perdón, la expiación, el bien y el mal. Será a partir del pasado, no necesariamente resuelto, que Thomas se relacionará con quienes lo acompañan en su nueva vida.

Rápidamente irrumpirá en este escenario la madre del niño muerto, quien además de considerarlo un peligro para el resto de los pequeños, está convencida de que Thomas no ha dicho toda la verdad sobre aquel hecho. Es por ello que a partir de verlo en libertad, intentará empujar la situación hacia un enfrentamiento cara a cara.

La película, que comienza retomando tradiciones cinematográficas nórdicas en materia de temática y estética religiosa – uno podría recordar a Bergman durante el primer tramo de Aguas turbulentas – deriva, para la sorpresa del espectador, en algo parecido a un psico-thriller con niños como víctimas. De este modo lo interesante que tiene la película en cuanto a poner en juego estos valores, verdad, justicia, perdón, expiación, memoria, es atravesado y desdibujado por un final que navega entre el suspenso y el melodrama.

Lo que es al comienzo una película de climas sobrios, de actuaciones contenidas, de diálogos austeros, culmina con cierta grandilocuencia, algunas exageraciones y apelaciones a los golpes bajos. Aun así, la película logra sostener, en base al correcto manejo de los tiempos narrativos y las actuaciones ajustadas, cierto interés basado en la resolución del conflicto personal que atraviesa Jan / Thomas a lo largo de esta historia. Lamentablemente el interesante planteo sobre el valor de la verdad, el arrepentimiento y el perdón, queda perdido por el modo en que el realizador resuelve un trabajo que merecía un final más acorde con aquel buen comienzo.