Agua para elefantes

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Desaprovecha talentos un melodrama circense

Aun sin haber leído la novela original en la que se basa este melodrama circense, da la sensación de que el director Francis Lawrence le hizo a su autora, Sara Gruen, algo parecido a la destrucción vergonzosa aplicada a Richard Matheson para su aborrecible versión fílmica de «Soy Leyenda».

En todo caso, la película no empieza nada mal, ya que un gran actor como Hal Holbrook es un anciano medio perdido a la salida de un circo en tiempos actuales, y cuando el manager del lugar intenta devolverlo al asilo en el que vive, empieza a contar una larga historia sobre su paso por dos de los circos más famosos de la década de 1930, incluyendo uno donde hubo una memorable catástrofe con los animales sueltos atacando a los espectadores.

La historia parece que va a ser larga, y para contarla, el anciano pide una botella de algo «que no sea jugo de manzana». A él le dan su whisky, pero lamentablemente el espectador recibe una tremenda sobredosis de opio.

Es que «Agua para elefantes» convierte el típico triángulo amoroso entre la ecuyere, el domador y el forzudo de tantas películas mudas y de comienzos del sonoro en algo menos sórdido, aguado y, por sobre todo, menos sexy, lo que es una pena ya que en los mejores momentos Reese Witherspoon aprece realmente apetitosa. Ella es la mujer del cruel dueño del circo (Christop Waltz, gran actor bastante desaprovechado) que se enamora del estudiante de veterinaria Robert Pattinson, que cuida a la elefanta Rosie, seriamente maltratada por el villano de la historia.

Las dos horas de proyección se vuelven casi eternas, ya que el director tiene una predilección por estirar escenas desabridas y minimizar las partes más intensas, por ejemplo la citada suelta de animales salvajes que podría haber incluido aunque sea alguna mordida de tigre que valga la pena. Pero no, y lo mismo pasa con las escenas de sexo, totalmente livianas. Incluso Holbrook sólo vuelve a aparecer al final, y ni siquiera mantienen su voz en off para el relato, que pasa a ser la de su versión juvenil, el inexpresivo galán Pattinson.

En síntesis, es el tipo de película bien producida, con buena ambientación de época, pero en las que casi nunca pasa nada verdaderamente intenso, destinada a verse en alguna sesión de zapping de cable de tarde lluviosa.