Agua para elefantes

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Narrando una historia ambientada en el mundo de un circo itinerante de décadas pasadas, el director Francis Lawrence alcanza cierto lirismo visual y expresivo con su nuevo film, ya desde su poético título. Quizás uno de los logros del realizador de Soy leyenda y Constantine sea que el inexpresivo objeto de deseo adolescente Robert Pattinson demuestre algunas dotes actorales. Es bastante, más aún teniendo en cuenta que el protagonista de Crepúsculo y sus secuelas tuvo que ponerse a la par de un elenco interesante aunque heterogéneo, como ocurre en todo ámbito cirquense. Con referencias notorias pero no enfáticas sobre la gran depresión, Agua para elefantes recorre una trama que abarca dos momentos muy distantes en el tiempo en la vida de un joven veterinario nunca recibido, que terminará trabajando para una carpa ambulante, creativa pero plagada de dificultades.
Dentro de las alternativas sentimentales y pintorescas extraídas de una novela por el guionista y director Richard LaGravenese, existen otros personajes clave como los animales de la delegación, especialmente una elefanta entrañable y talentosa que terminará llevando a cabo una represalia poco creíble, pero funcional al desenlace del film. Enmarcados por bellas labores de fotografía, dirección de arte y música, se destacan el glamour sexy de Reese Witherspoon y el histrionismo de Christoph Waltz, el antológico Coronel Landa de Bastardos sin gloria, como el extraviado mandamás del circo. Una propuesta diferente, especialmente para ese público cautivo que representan las incondicionales admiradores de Pattinson.