Adiós al lenguaje

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

No es sencillo analizar, menos escribir, sobre un film como "Adiós al lenguaje", no es sencillo analizar a Godard. Una de las fuentes inspiradoras de esas palabras tan amadas y tan temidas por igual, la Nouvelle Vague. Cada film suyo trae la polémica consigo. ¿Pero entre quienes se da esta polémica?
"Adiós al lenguaje" dejará más dudas que certezas, abre un juego de interrogantes que estará en cada uno de los que la aprecie hallar sus respuestas. ¿Argumento? ¿Premisa? Es Godard, gente: se sabe que rehúsa de los convencionalismos en la narración; es imposible encuadrar este trabajo en pocas líneas. Hay un hombre y una mujer casada, son amantes, y entre ellos un perro al que se le dedica buena parte del metraje.
Los tres personajes atraviesan períodos distintos, culminan y vuelven a comenzar, más lineal que circularmente. ¿Se recorre el tiempo o todo forma parte de un mismo cuerpo? Pero cuidado porque ésta es una experiencia 3D. ¿Godard ama el cine o lo aborrece? Cada film suyo intenta romper sus estructuras conocidas. Antepone su figura, su sello para ¿burlarse? de los preconceptos, de la teoría que nos dice cómo se debe filmar, cómo se debe narrar. Y su título ya lo indica, "Adiós al lenguaje" es un film disruptivo, al que no le interesa tanto ser percibido como película, sino como objeto de análisis y teoría.
En el film hay intertítulos que juegan con las palabras pero que no están ahí en función de la fluidez del relato. Por supuesto, hay mucha literatura, sus personajes espetan frases literarias varias sin mucho contexto, aparecen también en pantalla personificaciones de grandes autores haciendo lo suyo. Nuevamente, el director de "Sin aliento" pretende mostrarnos todo su bagaje cultural ¿con qué propósito? ¿Banalidad y vanidad? ¿Intención de amalgamar sus dos pasiones?
El 3D no es un dato menor, por el contrario, pareciera ser la razón de todo. Desde que se popularizó esta técnica en el formato digital, son varios los directores “autores” (por denominarlos de algún modo) que parecieran querer decirnos que ellos también pueden hacer uso de él. Godard lo rompe, hace todo lo posible para que su 3D (que ya utilizó en un corto del film en conjunto 3x3D) luzca desencajado.
Pierde los puntos de equilibrio, el eje central, utiliza focos profundos distanciando hasta el extremo el segundo del primer plano (atención que esto produce cierta fatiga visual o mareo notorio), y hasta se da el lujo de directamente filmar dos planos o secuencias diferentes con cada una de las cámaras superpuestas – habrá que cerrar uno y otro ojo consecutivamente para apreciar las imágenes como en aquellos libros primitivos para ver con los anteojos azul y rojo –.
"Adiós al lenguaje" puede ser entendida como un manual de la incorrección, un cúmulo de varios puntos que no se deberían hacer en un film; la composición de la imagen y sonido es desprolija deliberadamente, también encontramos varias secuencias en las que veremos a sus personajes haciendo sus necesidades, los largos planos al perro porque sí (parece que este es el año de los mismos en el cine experimental), y muchos cambios de cámara y formatos constantes.
Sus detractores considerarán que Godard peca de la máxima soberbia llevando a la práctica mucho de lo que escribe en sus textos teóricos, mirando desde arriba y juzgando al cine sin ninguna idea concreta. Quienes lo admiran quedarán encantados de su irreverencia. Tratando de ser ecuménico, en una postura falsa e impostada, diré que no se admiten los términos medios (frase de casete si las hay) se la amará u odiará. Pero como estas líneas intentan ser sólo orientativas, quedará en el lector decidir si es o no un seguidor de la obra de Jean Luc Godard.
El francés, radicalizado suizo, en realidad ofrece pocas sorpresas, quienes se adentran en sus films ya sabrán si aplaudirlo o despreciarlo, es el mismo juego al que nos viene acostumbrando hace décadas. Puede que con los años haya ganado en irreverencia y pierda algo de verdadera inventiva, cuestión típica de los consagrados.
La duda que me queda flotando, como remarcaba en las primeras líneas ¿Quiénes se adentran en estas discusiones? ¿Por qué hay una necesidad del “cine de autor” de alejarse más y más de las masas? ¿Forma parte del ser, creerse y saberse culto el hacer y apreciar una obra claramente destinada al nicho?