Acusada

Crítica de Diego Brodersen - Rolling Stone Argentina

El nuevo largometraje de Gonzalo Tobal, luego de seis años de espera desde el estreno de su ópera prima,Villegas, es un paso decidido en el terreno del cine con ansias masivas y populares: Acusada intenta llegar a la audiencia más amplia posible con la historia de Dolores ( Lali Espósito ), presunta asesina de su mejor amiga. La película concentra su atención con vehemencia en la vida cotidiana de los personajes centrales, al tiempo que se preparan para la inminencia del gran evento de sus vidas: el juicio por homicidio, que parece estar presente noche y día en los medios de comunicación. No se trata aquí, como en una novela de misterio de Agatha Christie, de saber quién lo hizo, sino de intentar dilucidar si Dolores es o no la responsable del sangriento hecho, aunque ese procedimiento nunca termina de funcionar como herramienta generadora de suspenso. Tanto la madre de Dolores (Inés Estévez) como su padre (Leonardo Sbaraglia) –en particular este último– han creado un mundo cerrado sobre sí mismo dentro de las paredes de la casa familiar, un universo de actividades intramuros, una conexión a Internet rigurosamente vigilada conexión a Internet, y con visitas y amistades filtradas por toda clase de procedimientos. En una de las primeras escenas, Dolores se prepara –ayudada por un batallón de maquilladores y estilistas– para una importante entrevista con el periodista de una popular revista. Lo más importante es dar una buena impresión ante el juez y, sobre todo, ante la opinión pública, piensa el padre. Lo mismo opina el abogado defensor.

Espósito, alejada aquí de su imagen de estrella pop, entrega una actuación muy convincente en líneas generales: por momentos, parece una criatura extremadamente frágil; en otras instancias, aparecen los rasgos clásicos de una persona manipuladora y mentirosa. En una de las mejores escenas del film, esas dos caras de la misma moneda se cruzan y alternan en cuestión de segundos mientras un famoso entrevistador televisivo la interroga sin miramientos (Gael García Bernal en una breve aparición, casi un cameo). Son las escenas del juicio –de las cuales hay muchas– las que nunca terminan de funcionar, un ejemplar poco excitante de un ilustre género cinematográfico. El trabajo de fotografía de Fernando Lockett es, fiel a su costumbre, notable, aunque la suma de imágenes y sonidos de Acusadatermina resultando demasiado lustrosa y profesional: los prolijos planos cenitales y el constante uso del plano/contraplano redondean una estructura visual extremadamente convencional. Lo más relevante, sin embargo, es la relación entre Dolores y sus hombres (el padre, el abogado, el juez, el nuevo novio), aunque la metáfora recurrente de un puma suelto, trepando por los techos del barrio, no resulta particularmente sutil o pertinente.