Actividad paranormal 2

Crítica de Marina Yuszczuk - ¡Esto es un bingo!

Actividad paranormal for dummies

Primero, a despejar varias incógnitas, en vista de la serie de googleos que aparecen en las estadísticas de este blog hace ya más de un año y que preguntan al vacío cosas que probablemente no se atreverían a preguntar en una charla con amigos: “¿Actividad paranormal es real?”, “final de actividad paranormal es cierto”, “katie actividad paranormal existe?”, y así y así. Pues no. Queremos empezar por el principio: Actividad paranormal es una película. Pe-lí-cu-la. Se sabe que las diferencias entre realidad y ficción son cada vez más tenues, que nuestra construcción de realidad es compleja y está atravesada por las nuevas tecnologías, bla bla bla. Pero, con una mano en el corazón, digámonos también que si alguno no sabe diferenciar del todo entre una película y otra cosa es, bueno, un problema.

Entonces, a la pregunta quijotesca, “¿Es cierto esto?”, tenemos que contestar “No”, para consuelo de muchos asustados por posibles fantasmas domésticos, y desilusión de otros muchos entusiasmados con la posibilidad de asistir a la verdad verdadera en el cine. Actividad paranormal es una ficción que hace de cuenta que es una realidad, para que usted lo crea, y se asuste un poco más, en lo posible. Inteligente, ¿no? Ahora, bueno, a usted eso no le resuelve nada. Digo, que los fantasmas pueden existir igual y pulular por su casa; eso, acá, no lo afirmamos ni lo desdecimos. Actividad paranormal 1 y 2 hacen de cuenta –y esto no lo podemos enfatizar lo suficiente: ha-cen-de-cuen-ta– que lo que se muestra en la pantalla es un hecho real. Eso se puede hacer porque hay mucha tecnología maravillosa disponible en el mundo, mucha mucha, entonces alguien puede agarrar una camarita fea como esas que usan para espiar ladrones en los bancos, y filmar algo que se vea verde o celeste clarito. Haga la prueba: vístase de ladrón (antifaz y una bolsa) y métase en un cajero automático para hacer de cuenta que lo roba, trate de abrirlo con una barra de metal, haga la mímica de que está destruyendo la pantalla. Después vea qué pasa.

Ese es el modo rápido pero un poco arriesgado de aprender algo sobre “realidad” y “hacer de cuenta”. La vía lenta es empezar por Platón y llegar hasta todos los filósofos del siglo XX que trataron de explicar la era de los medios de comunicación de masas (tranquilos, que está la colección de Todos Estos Para Principiantes). Tercera vía: creer en Wikipedia. Que dice lo siguiente: Actividad paranormal fue filmada por el director Oren Peli con una cámara de video casera. Casera, como la que puede tener cualquiera que pueda pagarla en el placard (ideal vanguardista habilitado por la digitalización mundial y camaritas en los celulares: el arte hecho por todos). Dijo Oren Peli (apócope de “película”) que el diálogo era “natural” porque no hubo guión. A los actores se les dio pistas de la historia y de las situaciones para que improvisaran, una técnica que también fue usada en la película The Blair Witch Project. Parece que en Estados Unidos la gente se asustó mucho pero mucho en el estreno. Dice la leyenda que muchos se retiraron de la sala. ¡Y eso que ellos inventaron las películas! Esto habla muy bien, en todo caso, de la capacidad para entregarse a la ficción del público medio norteamericano: bien por ellos.

Entonces, como ven, la realidad se hace. Lo mismo pasa, digámoslo ya que estamos en el baile, con los noticieros y prácticamente cualquier cosa que usted pueda ver en los diarios y en la tele. ¡Esto es un bingo!, tal vez algo aguafiestas, supone que ya estamos en edad de saberlo. La realidad de Actividad paranormal (la uno) tardó siete días en hacerse, y salió algo así como 15.000 dólares. Cualquiera puede hacerlo, pero hace falta tener una idea, como ésta, o como la de poner a un hombre en un cajón durante una hora y media con un celular y una petaca para ver si se salva –también, barato y rápido. Es solamente una cuestión de ingenio.

Actividad paranormal 2, eso sí, es menos ingeniosa que Actividad paranormal, básicamente porque se trata de… lo mismo. Lo mismo con más cámaras (varias de ellas, de seguridad), y con más personajes, porque en este caso tenemos a toda la familia de Katie, a la que ella visita junto con Micah (en eso que se denomina “precuela”, porque como todos saben Micah es asesinado por su novia al final de la primera parte: gajes del oficio llamado “pareja”). Y con un bebito. Lo que da miedo, en realidad, no son tanto los golpes y portazos, sino la realidad borroneada y acuosa de la cámara puesta en ángulo, arriba –la sensación de “alguien me está mirando”. Que la vida cotidiana es siniestra, ya lo sabíamos desde hace mucho tiempo. Que la mujer puede ser una figura amenazante, asociada desde hace siglos a la irracionalidad, maldad y brujería, ya lo sabíamos. Que agregar un bebé y una sirvienta latina que “entiende de estas cosas” le suma sensibilidad (en el peor sentido de la palabra) al asunto, también.

La sensación de Actividad paranormal 2 es que todo se trata de la paranoia, de la que cultivamos todos, y de que el único demonio verdadero no es otro que la cámara: la mirada inhumana que nos convierte en fenómenos observables, que nos hace ver feos, un poco ridículos, que nos toma desde arriba (si es que queremos identificarnos con los personajes que están en esa casa, pero cómo no hacerlo: toda la película pasa por eso), como una instancia superior y sin embargo impiadosa, oblicua, torcida. Y que sigue encendida cuando ya no hay nadie, registrando una habitación vacía, haciendo verdadera la posibilidad de un mundo sin nosotros, donde las cosas no nos necesitan. Ese, me parece, es el verdadero núcleo de estas dos películas en las que Katie, Micah y todo ser humano que se cruce por ahí no tiene chance frente a ese poder siempre más fuerte: el del cine devenido lente que nos odia.