Academia de vampiros

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Vampiros en un colegio parecido al de Harry Potter, en la primera entrega de lo que promete ser una serie de películas basada en una serie de libros best seller de la autora estadounidense Richelle Mead (pelirroja, menos de 40 años, ex maestra). En cuanto a la operación comercial, es evidente y descarada: adolescentes, amistad, amor, atracción, traiciones, misterio y, claro, vampiros, una moda a la que aparentemente nunca le llega su hora crepuscular.

Aquí tenemos tres clases de vampiros: los de linaje real (Moroi, frágiles y con poderes mágicos), los que cuidan a los de linaje real (Dhampir, fuertes y mitad humanos) y los malos (Strigoi, malos e inmortales, más tradicionales), que amenazan a todos. La película explica eso y más -un accidente, la vida y las reglas del colegio, misterios varios, etc.- con muchos detalles. Y presenta pilas de personajes, entre ellos a las chicas protagonistas: rubia y morocha, una Moroi y una Dhampir. La primera media hora abruma en cantidad de información: diálogos, voz en off, aclaraciones en primer plano, flashbacks. En manos de muchos otros directores, esto podría haber sido un desastre, un desconcierto irremontable, un caos ruidoso y hormonal. Y hay ruido y hormonas, pero el comando es de Mark Waters (oriundo de Michigan, como Richelle Mead).

Mark Waters tiene autoridad cinematográfica en películas de chicas adolescentes en el colegio secundario: su película previa más notable, Mean Girls (2004, aquí titulada Chicas pesadas ), no sólo es muy buena, sino que ha adquirido un notable y merecido estatus de culto. En medio de las celebraciones por los diez años de esa película, las comparaciones con Academia de vampiros tal vez vengan al caso.

Las protagonistas de Chicas pesadas fueron Lindsay Lohan y Rachel McAdams, un dúo superior al de las más televisivas -en el gesto, en el énfasis- Zoey Deutch y Lucy Fry, de pálida fotogenia. Ambas son adaptaciones de libros preexistentes: el guión de Chicas pesadas era de Tina Fey, que parecía haber nacido para escribir ese guión; el de Academia de vampiros , de Daniel Waters, hermano del director y que fue guionista de Batman vuelve . En Academia de vampiros, los hermanos Waters ordenan y presentan un mundo ficcional con personajes y peripecias en cantidades de novela. Y, sin el brillo de sus carreras pasadas, apuntan a la solvencia con resultados dispares: fracasan en los segmentos de acción y aventura -de exposición atolondrada- y mantienen la gracia, la fluidez y la comedia en los diálogos y en la circulación de energía adolescente, en la sangre vampira en ebullición.