Academia de vampiros

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Rara contienda en una escuela

El ritmo de la película se mantiene, no hay nada original, los personajes son chatos y hay muchos clisés. Es una película ideal para adolescentes sin demasiadas pretensiones.

Parece que los vampiros que conocemos por las películas o los libros, están tan divididos como cualquier familia, o grupo político. Hay unos que son descendientes de reyes o aristócratas. Pueden morir, se alimentan de sorbitos de sangre, son muy blancos y odian la luz. Estos pertenecen a la categoría Moroi y son pelirrubios, muy pacíficos y sensibles.

Pero también están los Dhampir, que ni son vampiros ni son humanos. En realidad, son una mezcla de los dos. Y por último también están los Strigoi y estos sí que son malos. Pertenecen a la nocturnidad, son inmortales y tienen el mayor poder y fuerza que los otros.

La película "Academia de vampiros", basada en la primera parte de la saga de Richelle Mead, trata la historia de dos adolescentes, Rose (Zoey Deutch) y Lissa (Lucy Fry), que son amigas y asisten a la Academia St. Vladimir, escuela tipo Hogwarts, en la que estudiaba Harry Potter, con una población juvenil de vampiros de todo tipo y edad.

AMIGAS EN PELIGRO

Como Rose es Dhampir, que protege a los Moroi y Lissa (Lucy Fry) es una princesa Moroi, la primera protege a la segunda. Pero las cosas se complican en una escuela donde hay tanto tipo de vampiraje. En consecuencia, las chicas deciden irse de la escuela pero, atrapadas, deben regresar y enfrentar a sus opositores con los fuegos artificiales de sus poderes.

Hay romance (entre Rose y su instructor), luchas por el poder, celos y muchas persecuciones. El caso es que la Academia se convierte en campo de batalla, donde cada uno muestra sus poderes y los Strigoi, vampiros malísimos se agrupan para hacer que triunfe el mal.

El filme está dirigido al público juvenil. Imaginen que hay seis libros que integran la saga vampírica y de ellos se vendieron ya ocho millones, así que no alcanzan los dedos de una mano para contar las películas basadas en libros que nos esperan.

Por ahí, entre vampiro y vampiro asoman actores como Gabriel Byrne, o la bella Olga Kurylenko, que supo estar en "Quantum of Solance", como la chica Bond, pero, bueno, hay que vivir y debieron aceptar papeles que quizás no les gusten demasiado. El ritmo de la película se mantiene, no hay nada original, los personajes son chatos y hay muchos clisés. Es una película ideal para adolescentes sin demasiadas pretensiones.