Academia de vampiros

Crítica de Emiliano Basile - EscribiendoCine

Otra de vampiros juveniles

No es novedad que toda fórmula que funciona en Hollywood se exprima hasta el hartazgo. Sin ningún rastro de originalidad ni intenciones de realizar un mejor producto del género, y con el único fin de explotar otra serie de libros sobre vampiros juveniles. Ahora le tocó el turno a Academia de vampiros (Vampire Academy, 2014) la saga literaria de Richelle Mead que plantea un universo atractivo pero que el film aquí citado no le hace ningún honor.

La acción se centra en dos amigas adolescentes. Rose Hathaway (Zoey Deutch) y Lissa Dragomir (Lucy Fry), dos chicas de 17 años que asisten a una escuela para Moroi (vampiros mortales y pacíficos) y Dhampir (guardianes, mitad vampiros, mitad humanos, encargados de proteger a los Moroi). Los Dhampir se entrenan y tienen visiones de los Moroi para poder anticiparse en el supuesto ataque de un Strigoi (vampiros malvados e inmortales).

En esta primera parte que ya anuncia una continuación, vemos a Rose y Lissa, Dhampir y Moroi respectivamente, ingresando a la academia de vampiros St. Vladimir, una universidad símil a la de cualquier film de preparatoria con el que Academia de vampiros juega. De ahí en más la película transita por todos los lugares comunes de este subgénero adolescente: las fiestas, el sexo, la atracción por el sexo opuesto, el alcohol (aquí sangre por supuesto), los grupos sectarios de adolescentes y el valor de la amistad. Siendo este último el tema que rodea la película. Pero claro, también hay un actor de renombre para darle un poco de credibilidad al relato: Gabriel Byrne es el padre vampiro, algo así como un rector honorario de la universidad de las chicas.

Nada de esto alcanza para salvar a Academia de vampiros de la calificación de film intrascendente. ¿Por qué? Porque parece no interesarse jamás en la calidad de su producto. Los efectos especiales son berretas (los lobos son terribles), el maquillaje es espantoso (Gabriel Byrne pálido para demostrar que es vampiro) y la insistencia en los conflictos adolescentes (quien gusta de quien, que vestido le queda mejor a la amiga), no hacen más que subestimar al espectador.

Academia de vampiros, a nivel interés, repite el mismo y esquemático planteo que Crepúsculo (Twilight, 2008) que además tiene un personaje muy parecido a Robert Pattinson. Un film realizado de manera precaria, que roza lo berreta, para llevar a la pantalla grande otra saga juvenil de vampiros.