Academia de vampiros

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Otra de amor adolescente y colmillos

La receta es simple: mezclamos un poco de "Crepúsculo" y bastante de Harry Potter, le agregamos un poco de humor adolescente, y tenemos esta floja "Academia de Vampiros", el último subproducto del fenómeno de taquilla de la fantasía teenager. Basada en las novelas para jóvenes de Rachelle Mead, el argumento describe una compleja mitología vampírica que no es muy feliz ni tampoco comprensible del todo.

Básicamente, el asunto es que en este universo imaginario hay tres tipos de vampiros diferentes. Unos son algo así como vampiros light, otros son mestizos con algo de humanos y algo de vampiros, y por último están los ciento por ciento vampiros pertenecientes a una antigua y mítica raza, algo así como la aristocracia de los chupasangres, que suelen contar con la protección y el cuidado de los anteriores.

El centro de la historia tiene que ver con la relación entre Zoey Deutch amiga y protectora de su amiga de sangre real, Lucy Fry, con quien viene intentando escaparle al al establishment vampírico, que de todos modos logra llevarlas a la Academia a la que se refiere el título. En ese lugar se desarrolla la mayor parte de las obvias situaciones, casi sacadas de un catálogo de viejas comedias fantástico-adolescentes. Sin embargo hay que reconocer que el film tiene al menos algunos puntos fuertes. Para empezar, la protagonista lleva adelante la historia con carisma y talento, lamentablemente mucho más talento que el de la mayor parte de los integrantes del elenco, y cada tanto aparece un buen gag, o una divertida escena de acción sobrenatural. Lo que llama la atención es la decadencia de un buen actor como Gabriel Byrne, quien más allá de interpretar a un vampiro demasiado añejo aun para los estándares de inmortalidad del caso, luce destruido y ofrece una de las peores performances de su carrera.