A vuelo de pajarito

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Al maestro, con cariño

Una película sobre un periodista parece en primera instancia como una propuesta que sólo podría interesarle a sus colegas. Sin embargo, tratándose de un film que retrata la vida de Rogelio García Lupo no sólo estamos ante un mito de la investigación en medios de comunicación de las últimas seis décadas (empezó a trabajar a principios de los años '50), sino también frente a un testigo privilegiado de acontecimientos fundamentales de la historia latinoamericana de ese período. Esa perspectiva es la que aborda A vuelo de pajarito, documental de Santiago García Isler que se estrenó en el MALBA.

García Isler no es un director más sino uno de los hijos del propio García Lupo y, entre los múltiples méritos del film, está el de haber eludido las solemnidades y los clichés propios de este tipo de tributos. Hay, sí, mucho respeto y amor hacia su padre, pero A vuelo de pajarito (al octogenario periodista se lo conoce como Pajarito) hace gala de un bienvenido desenfado y toques de humor a la hora de reconstruir la vida de este hombre que brilló en Marcha, Clarín, El Periodista y tantas otras publicaciones.

La película tiene como punto de partida la decisión de García Lupo de donar su impresionante archivo personal a la Biblioteca Nacional. Mientras embala las cajas, empieza a recordar varios de los hitos de su trayectoria, que incluyeron la creación de Prensa Latina en la convulsionada La Habana de 1959 junto a Gabriel García Márquez, Rodolfo Walsh y Jorge Masetti (después contará cómo el Partido Comunista cubano atacó a los argentinos para quedarse con el control de la agencia de noticias) y su relación cercana con el Che Guevara; su encuentro casual con Jorge Luis Borges ("¿Usted siempre conspirando?", le dijo el escritor); su participación en el semanario de la CGT de los Argentinos con Walsh y Horacio Verbitsky; su trabajo al frente de la editorial Eudeba durante la presidencia de Héctor Cámpora, su exilio interior durante la dictadura militar (no escribió durante 9 años y trabajó en una compañía constructora) y su regreso al periodismo en 1982 con la primicia de la Guerra de Malvinas.

Precisamente Verbitsky es uno de los que prestan su testimonio sobre este periodista siempre combativo, aunque también aparecen durante los 90 minutos de A vuelo de pajarito otros amigos como Isidoro Gilbert, Eduardo Galeano, Osvaldo Bayer o Daniel Divinsky.

Pero lo mejor del film son las anécdotas y secretos sobre su trabajo que cuenta este viejo tan querible como cascarrabias que se pasó revisando de manera sistemática, día por día durante 50 años, los avisos fúnebres, los clasificados y el Boletín Oficial para encontrar allí, cual detective, material para sus investigaciones. Investigaciones que, como en el caso de la mafia de los pasaportes chinos, le valieron amenazas de muerte de las propias Tríadas.

A vuelo de pajarito es un documental simple, contundente y emotivo. No tiene demasiados alardes técnicos ni narrativos (hay un buen uso del material de archivo y hasta simpáticas animaciones) porque lo esencial es escuchar y ver a García Lupo, referente ineludible del periodismo de investigación en la Argentina, que encuentra aquí una película a la medida de su notable trayectoria.