A Roma con amor

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Es difícil no ser redundante a la hora de escribir sobre To Rome with Love cuando la ciudad supone la cuarta parada dentro del tour europeo de Woody Allen. Tiene sabor a poco volver a hablar de la fascinación del prolífico realizador por las capitales del viejo continente porque, aún con diferencias de argumento, se ha hecho lo mismo con sus últimos trabajos. Ya no es una cuestión de comparación entre los films del presente con los que hizo en los años '70 u '80, la repetición conduce a que se considere cada nuevo trabajo del neoyorquino a la luz del anterior, con la consecuencia de que su originalidad natural se vea resentida desde el principio.

Esta comedia coral sigue cuatro historias independientes que en ningún momento se conectarán, aunque aborden un tópico similar. Si bien pueden inscribirse bajo la idea general de las nuevas experiencias u oportunidades, todas se pueden leer a partir de temáticas diferentes que por décadas han sido del interés del director, como la infidelidad, la música, el sexo, la psicología o la fama y la felicidad. El problema central reside en lo irregular de las ficciones que se tratan ya que, si bien la creatividad de Woody Allen se mantiene intacta, en general sólo dos de las cuatro anécdotas resultan efectivas.

Por el lado norteamericano, tanto las historias de Jesse Eisenberg, un alter ego del realizador, como la protagonizada por el propio director funcionan y cautivan al público, con esa frescura y el timing preciso que caracterizan a su obra. Es por el lado italiano que se encuentran las patas más flojas, con una narrativa en círculos que sólo se rompe al final, en donde recién se puede apreciar un poco el relato, original pero no atractivo, que se contó durante 100 minutos.

Al momento de la evaluación, To Rome with Love da cuenta del desgaste del formato turista del director, a la vez que prueba que su ingenio para el guión y su sentido del humor todavía perduran. Así como aquel que canta como los dioses desde la comodidad de la ducha, es evidente hasta para el propio Woody Allen que ya es hora de regresar a su zona de confort, su amada Nueva York.