7 días en La Habana

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Postales para la ocasión

La idea de reunir varios directores en torno a su percepción e ideas sobre La Habana, resultó un collage desparejo, Siete días en La Habana, que en la mayoría de los casos no supera el cliché.

Los realizadores exponen algunas constantes superficiales: ser taxista es una circunstancia tan obvia como el calor; los visitantes suben a los autos que atrasan décadas y se hospedan en hoteles; se toma mucho alcohol, las mujeres son voluptuosas y la música es un personaje ineludible. El mar, que es telón de fondo en la mayoría de los cortometrajes, destaca la mirada y perspectiva del único director que zafa del gran cliché: el palestino Elia Suleiman. Protagonizada por el director que no emite palabra, Diary of a beginner hace foco en el visitante que quiere entrevistar a Fidel Castro. La secuencia del hombre que se confunde de pasillo en el hotel alfombrado se reitera y provoca sonrisas, tal es el desconcierto de la situación. Suleiman se limita a mirar. Mientras espera la cita que no se concreta, observa el malecón, el mar y a las personas mirando el mar, como un fisgón inocente.

En tanto el argentino Pablo Trapero logra un registro sencillo y tierno, en Jam Session, con Emir Kusturica, el cineasta serbio, haciendo de él mismo. El taxista de rigor resulta un trompetista extraordinario y Kusturica cumple con el estereotipo del hombre que viene de un mundo cansado y huye del protocolo del Festival de Cine de La Habana. Las siluetas de los hombres en la madrugada, a contraluz, metidos en el agua hasta las rodillas es un momento casi mágico.

Por lo demás, Benicio del Toro pone la cámara junto al chico yanqui (El Yuma, del título) que se toma el ritmo de La Habana de un trago y su guión hace hincapié en el contraste cultural.

El español Julio Medem se decidió por la historia de amor en La tentación de Cecilia, con elementos de telenovela. La chica canta y recibe una oferta del productor español para dejar la isla. Acentúa el contraste, entre la ducha caliente del hotel lujoso y el departamento descascarado donde ella vive con su pareja.

Se destaca Dulce amargo del cubano Juan Carlos Tabío, por el realismo sin subrayados y el valor agregado de lo conocido, además de las actuaciones. Ritual de Gaspar Noé y La fuente, de Laurent Cantet intentan apuntes antropológicos, con resultados muy pobres.