50 sombras negras

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Siguiendo la tradición iniciada hace ya más de una década, es el turno de la comedia anual de los hermanos Wayans, en su mayoría spoof movies (o parodias para hablar en criollo). Esta vez, abandonan la premisa de burlarse del taquillazo de terror, para arremeter contra lo que fue el furor de la temporada 2014, inicios de 2015, 50 Sombras de Grey.
A decir verdad, como en los dos últimos films, del clan, solo quedó el hermano Marlon – aunque se las siga reconociendo como películas "de los Wayans" – sumado a un nuevo equipo formado por el director Michael Tiddes y el co-guionista, junto a Marlon, Rick Alvarez; nombres que solo cuentan en su filmografía con estos tres largometrajes.
Retomando, esta vez, el eje central es la adaptación al cine de la novela de E.L. James, producto que ya de por sí rozaba la comedia involuntaria; punto de partida para disparar todo tipo de chistes hacia la cultura y actualidad moderna.
Hannah (Kali Hawk) es una estudiante universitaria de Letras que tiene que remplazar a la compañera con la que convive en una entrevista al ¿Empresario? Christian Black (Marlon Wayans). Ni bien se conocen el flechazo es inmediato, pero hay varios asuntos que los distancian. Hannah pareciera ser mucho más introvertida que Christian. El hombre sufre de una suerte de bloqueo emocional que lo lleva a prácticas sexuales extremas y no está dispuesto al compromiso; es más, pretende que Hannah firme un pesado contrato dando permiso a esas prácticas.
Uno de los aportes nuevos corre por cuenta de la ignota actriz Jenny Zegrino quien interpreta a Kateesha, la compañera de departamento de Hannah, una burda copia de los roles que suele jugar Rebel Wilson. Burda en todo sentido, si ya el humor grueso de Wilson es de dudosa eficacia, Zegrino redobla la apuesta componiendo uno de los personajes más desagradables que recuerde en los últimos tiempos.
Hay otros agregados como las clásicas apariciones de alguna estrella, en este caso Jane "Dra. Queen" Seymour, como la madre de Christian, limitándose a dos secuencias en donde solo espetará todo tipo de humoradas racistas, supuestamente hilarantes.
Cincuenta Sombras Negras oscila entre el aburrimiento y el gesto de desagrado, rara vez transita con acierto el humor (sí, algún gag suelto si nos agarra desprevenido puede dibujar una sonrisa o hasta una solitaria carcajada). No vamos a cuestionar el por qué de su realización, tienen su público y suelen ser de cierto éxito fugaz. Es simplemente la opinión de quien escribe, pensando en la paradoja de su premisa y los resultados del film.
Sí, es calcado el argumento del film original, con algunos agregados y quites menores. ¿Es eso un problema? No, los problemas pasan por otro lado.
En lo que parece un copiar y pegar de opiniones en todos los films de esta camada; hay que aclarar que no hay casi nada nuevo bajo el puente.
El error es simple, Cincuenta Sombras Negras no es graciosa en ningún momento. Agradeciendo una duración corta – que lo podría ser más sin embargo – se suman gags repetidos (aun dentro de la misma película), obvios hasta ser adivinados antes de que ocurran, infructuosos, otros de mal gusto, remarcados, de remate tardío (o sin él), y lo que es mucho peor, explicados. Es una regla básica y primordial del humor, si al chiste hay que explicarlo pierde la gracia; no hay necesidad de verbalizar un gag visual, alcanza con ver lo que sucede en el cuadro de escena; parece algo simple, pero para esta película es casi una tarea imposible.