50/50

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

How I learned nothing from cancer (De cómo no aprendí nada del cáncer) fue el título que Will Reiser eligió para coronar el primer borrador de esta película. Unas pocas palabras condensan toda la frustración, el enojo y el alivio de superar una enfermedad terrible, a la vez que dan cuenta de una mirada egoísta sobre la historia, un punto de vista situado en forma exclusiva en su protagonista. Es precisamente el abandono de este único enfoque lo que hace de 50/50 un muy buen film. No solo debe destacarse el hecho de despertar algunas risas a partir de lo que es una de las situaciones más difíciles que se puede atravesar, sino también el hecho de no hacerlo solo.

Si hay algo que la Nueva Comedia Americana ha hecho pisar fuerte en los últimos años, con o sin bromance, es el valor de la amistad. En las buenas, siempre, pero más que nunca en las malas, allí están los amigos de todas las producciones de la escudería Apatow (quien no intervino en esta), así como este Kyle de Seth Rogen. Puede pasar como colgado y ventajero, pero en realidad es un tipo que no sabe lidiar con lo que ocurre con su compañero, pero sabe que dará todo por él. El universo de relaciones de Adam cambia radicalmente a partir de su diagnóstico, con su madre (gran pequeño papel interpretado muy bien por Anjelica Huston), con su novia (Bryce Dallas Howard es la bitch del año, por esta y por The Help), en terapia, en el trabajo y con sus nuevos compañeros de tratamiento. Solo hay una constante, Kyle.

Es probable que Will Reiser no haya sacado nada de su enfermedad y, en caliente, haya escrito un guión que mostraba ese sentir. Ahí está la mano de Rogen y Evan Goldberg, para hacerle notar lo cerca que estaba de su experiencia como para notar que hubo un aprendizaje real, tanto de él como de aquellos que lo rodeaban. Y con ellos, nosotros, más allá de que no haya rastros de solemnidad o discurso en el desarrollo.

Joseph Gordon-Levitt, quien sigue disfrutando de su mejor momento, lleva adelante una muy lograda interpretación, pasando con fluidez por el manual de texto que supone este camino de la aceptación. En él habrá momentos para reír y llorar en justa medida, todos como parte de un relato sincero que, si bien toca las cuerdas sensibles, no cae en el golpe bajo. Y así concluye este muy buen trabajo de Jonathan Levine que es 50/50, una comedia dramática con todos los números.