50/50

Crítica de Leandro Arteaga - Rosario 12

Nada más que momentos sensibles

Un interés repentino o coincidente ha hecho que varios títulos recientes tuviesen al cáncer como eje temático. Sirvan como ejemplos Amor por siempre -con Gael García Bernal y Kate Hudson-, Cuando el amor es para siempre -el último y bellísimo film de Gus Van Sant, disponible en dvd-, y también 50/50, en clave comedia y con Seth Rogen como factótum.

Es decir, Rogen es este comediante grandote y con cara de buenazo, que provoca la producción de películas como El avispón verde o la que ocupa el interés de esta nota. El film no funcionó demasiado bien en Buenos Aires, y en Rosario ni siquiera tuvo su oportunidad. Pero lo cierto es que no está tan mal. Su estreno en dvd, al menos, permite reparar la promesa sin cumplir del trailer cinematográfico.

Pensar la temática del cáncer entre dos amigos, de trabajo coincidente (redactores/productores de informes radiales o algo así), maneras sociales diferentes, con/sin novia, con/sin padres, etc., no deja de ser, en última instancia, lo mismo de siempre pero con el aditamento delicado que la enfermedad significa. Lo que equivale a preguntar de qué manera, entonces, poder jugar la buddy?movie habitual pero sin traspasar ciertos límites o afectar la tolerancia.

En este sentido, 50/50 sabe cómo pararse en esa línea que separa, justamente, a los dos 50 del título. Línea que significa mitad de posibilidades de vida para este joven de 27 años (Joseph Gordon-Levitt), afectado por un cáncer en su espina dorsal. Allí entonces la contraparte que significa Seth Rogen, bravucón y mujeriego, capaz de dar consejos tales como hacer valer la enfermedad misma como artilugio de seducción. Pero, como se decía, el film nunca transgrede la línea "correcta", conciente en todo momento de que no se trata de cualquier asunto.

Entonces, 50/50 es políticamente correcta (tiene golpes bajos, amoríos sosos, una muerte prudente) pero, al menos, posee ciertos momentos de lucidez. Algunos: Gordon-Levitt "confunde" el título original de la pintura de su novia -"Liberación"- por el de "Opresión"; el efecto "mardi?grass" que el paciente sufre entre los pasillo del sanatorio; los diálogos entre los enfermos y sus códigos; el galgo "Skeletor"; el papel de madre de Anjelica Huston; el Alzheimer del padre; la frialdad médica.

Si 50/50 no culminara como debiera, sería mejor película. Es decir, hacer de cuenta que puede pedirse lo imposible: que el film no sea lo que se sabe, de antemano, es. Entonces, a no desesperar por su desenlace costumbrista sino, antes bien, ver qué es lo que más o menos mejor se entreteje entre sus costuras. Allí donde anidan momentos de comedia o, casi, de humor negro. Así como cuando, también, aparecen ciertos instantes de sensibilidad.

La "nueva comedia americana" no es nada digno de celebrar. Sino, para este cronista, sólo de nominar. 50/50 sería, casi, intrascendente. Pero hay algo que la vuelve, casi, "real". Apenas. Algo es algo.