327 cuadernos

Crítica de Matías Gelpi - Fancinema

Crítica y ficción

Ricardo Piglia se define como un escritor, y probablemente sea uno de los escritores más autoconscientes de la literatura argentina. Pero antes que nada es un crítico, por lo menos sus mecanismos son los de un crítico, casi que no puede evitar tomar distancia y teorizar sobre su obra y la de los demás. Parece tener la necesidad de comprender los mecanismos intrínsecos de todo lo que le interesa.

Andrés Di Tella le propone con 327 cuadernos registrar el momento de reencuentro con sus diarios. Un registro vital que arranca en 1957, sin cuya existencia, el mismo Piglia reconoce, no hubiera escrito nada más. Vemos al escritor en su regreso a Argentina desde Princeton, muy rápidamente empieza a elaborar conceptos que son los múltiples disparadores de la película. Como todo gran escritor, tiene una serie de ideas acerca de sus escritos pero casi nunca lo vemos trabajar sobre ellos, incluso en esta película que en principio debería tratar de la lectura y el reencuentro con sus diarios.

Di Tella estructura su película como si fuera Piglia el que dirige. Entonces, como en cualquiera de las obras del escritor, 327 cuadernos dialoga con la política, la literatura, el cine, su propia biografía y el espectador. Piglia dice en algún momento -entre risas- que él no es peronista pero que se volvió escritor para ser un escritor peronista. Finalmente termina afirmando que los acontecimientos políticos argentinos suelen afectar la vida cotidiana. En su caso: la Revolución Libertadora, un padre peronista, el golpe del 66, la muerte del Che, son hitos que irán apareciendo durante el metraje de 327 cuadernos como el contendedor de lo que se narra en los diarios.

REALIDAD Y FICCION

En el comienzo de la película, Piglia habla de la idea de utilizar el género documental en sus diarios para construir algo más, concretamente: “…trabajar la verdad del género para construir una ficción, una ficción imperceptible…”. Vemos cómo esa ficción comienza a florecer, Piglia vuelve a tomar distancia, pasa los textos a la tercera persona, el libro con sus diarios se titulará Los diarios de Emilio Renzi, su alter ego literario.

Pero la realidad interrumpe los juegos de la ficción: durante la filmación de 327 cuadernos Piglia descubre que tiene una enfermedad que va deteriorando su motricidad y su capacidad de expresarse. Todo se acelera o se deforma ahora que su tiempo tiene un límite. Empieza a trabajar más rápido, la película se termina de alguna manera, o mejor dicho se parte en dos.

Piglia ha sido un crítico de dicotomías, que ve al menos dos partes en todo: recordamos ese texto de su libro Formas breves acerca de que un cuento es siempre dos cuentos, uno explícito y otro que se sugiere. De repente los 327 cuadernos parecen 654 y una tarea imposible; sin embargo ya nos enteramos con alivio que Anagrama lanza la primera parte de Los diarios de Emilio Renzi. Al final Ricardo Piglia sonríe, tiene un gran sentido del humor.