300: El nacimiento de un imperio

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Historia, fantasía y mucha violencia 3D

En un momento culminante de "300, el nacimiento de un imperio", la malvada griega renegada Artemisa, que comanda la flota persa, decapita a un prisionera ateniense y luego levanta la cabeza cercenada y la besa en la boca. Esa imagen, tan intensa como gratuita, da una idea de la imaginería de esta especie de secuela de "300" de Zack Snyder, que esta vez delegó la silla del director al israelí Noam Murro, que logró excelentes imágenes en 3D aunque no contó con un guión tan contundente como el del film original.

La nueva "300" no es exactamente una secuela, ya que no se dedica sólo a narrar hechos ocurridos posteriormente a la batalla de las Termópilas, que ocupaba casi totalmente el film anterior, sino que cuenta episodios previos y posteriores a ese hecho histórico, matizado por la estética digital de historieta impuesta por su autor. Asi es como la película empieza en la batalla de Maratón, de griegos contra persas, en la que una certera flecha lanzada por el rey ateniense Temístocles mata al rey persa Darío, que observaba la contienda desde un barco. El hecho provoca el ascenso al poder de su hijo Xerxes, que llevado por el mal camino propuesto por Artemisa se sumerge en los peores abismos del alma para dejar de ser un rey-hombre y ascender a rey-Dios que clama por venganza.

La escena de esta metamorfosis tiene poco que ver con la historia ya que es de índole sobrenatural, pero da lugar a una de las mejores escenas de esta "300 el nacimiento de un imperio", cuya gran cualidad igual que su antecesora es la de adaptar el "péplum" al gusto del espectador moderno y a la estética del siglo XXI. Justamente la estética es el fuerte de este film lleno de acción, violencia y el más generoso gore, con chorros de sangre digital que gracias a los efectos de 3D casi saltan de la pantalla para salpicar al espectador.

En este sentido hay grandes momentos visuales que podrían considerarse un hito del género, por ejemplo una terrible pesadilla de Temístocles acosado por espantosas criaturas marinas. Y las batallas, numerosas, son excepcionales, en particular las que tienen que ver con el enfrentamiento de un puñado de embarcaciones atenienses enfrentando a la mucho más numerosa flota persa (algunas de estas escenas recuerdan a la imperdible película china de John Woo "Acantilado rojo", no estrenada en los cines argentinos).

El péplum siempre tuvo su lado kitsch, y en ese sentido la nueva "300" también divierte, precisamente cuando muestra ese costado poco serio. La relación entre Artemisa interpretada por Eva Green, que ya había sido la reina de Jerusalen en "Cruzada" de Ridley Scott- y Temístocles un correcto Sullivan Stapleton- no se ciñe sólo al campo de batalla, lo que implica que, mientras combaten, la feroz guerrera pueda imputarle al héroe de Atenas: "Eres más duro en peleando que en la cama!" Pero la nueva "300" es realmente sólida. Y su vuelo visual alcanza aun a la fabulosa escena de créditos del final, todo un ejemplo de la tradición de Saul Bass que le hacía los títulos a Hitchcock y a Otto Preminger-, pero en 3D.