3 anuncios por un crimen

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Frustración y displicencia

El rasgo distintivo de Tres Anuncios por un Crimen (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, 2017), léase el elemento que efectivamente la diferencia de otras obras similares que aúnan la comedia negra y el film noir, es la estrategia del realizador Martin McDonagh orientada a esquivar la investigación propiamente dicha del crimen de turno para en cambio focalizar la historia en las reacciones que desencadena en la comunidad la indignación de la madre de la víctima, en términos prácticos la única persona que aboga por el esclarecimiento del caso vía el descubrimiento y la detención de por lo menos un sospechoso: mientras que casi cualquier otra película centrada en un homicidio y una violación -en ese orden- en un “pueblo chico, infierno grande” trataría al dolor de los familiares como un factor secundario frente a la pesquisa en sí de los asesinos, aquí McDonagh literalmente hace de la angustia por la muerte del ser querido el eje del relato.

La excusa para todo esto es la decisión de Mildred Hayes (Frances McDormand) de comprar el espacio publicitario correspondiente a tres carteles que se ubican a orillas de una ruta inhóspita para los forasteros aunque bien visible para los lugareños, con la intención de incluir una serie de frases que exigen al jefe de policía, el Sheriff Bill Willoughby (Woody Harrelson), que resuelva de una vez por todas el caso de la hija de Mildred, una adolescente que fue raptada, asesinada y violada, y cuyo cuerpo fue hallado cerca de esa área meses atrás. El reclamo en contra de la impunidad, en esencia para que la investigación no se estanque y comience a moverse en serio, deriva en una lucha entre Hayes y distintos personajes patéticos del lugar debido a que Willoughby es muy querido dentro de una típica coyuntura de aislamiento que todos abrazan de manera automática, sin conocer nada más… a lo que se suma que el susodicho está atravesando la etapa final de un cáncer de páncreas.

La tercera pata del relato es Jason Dixon (Sam Rockwell), un agente de policía racista, impulsivo y payasesco que en su cruzada en pos de defender a Willoughby de las acusaciones de inoperancia y dejadez no hará más que empeorar el asunto. Así las cosas, la realización se propone de manera explícita trazar un juego de relaciones entre estos tres personajes y su entorno inmediato, recurriendo a una idiosincrasia exacerbada ya vista en los trabajos previos del director y guionista británico, Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008) y Siete Psicópatas (Seven Psychopaths, 2012), frente a los cuales Tres Anuncios por un Crimen se abre camino como una superación lógica porque corrige los problemas narrativos de antaño y por suerte no divaga para nada en materia de diálogos autocontenidos cercanos al soliloquio liso y llano (la profusión de insultos y calumnias entrecruzadas continúa presente, no obstante está mucho mejor encauzada y resulta funcional al progreso de la trama, sin entorpecerla y/ o inmovilizarla como ocurría antes).

McDonagh logra que los intercambios calcen perfecto con los actores protagónicos sin que se produzca ningún desfasaje en el desarrollo de los personajes, lo que genera una película muy pareja y coherente que avanza segura hacia el retrato de la frustración de Mildred con la policía, sus vecinos y las instituciones públicas, quien jamás -curiosamente- cae del todo en el nihilismo ni llega a perder su fe en la humanidad (de hecho, el director combina una serie de acciones/ reacciones inteligentes que resultan consustanciales con este planteo, incorporando además chispazos de furia que acentúan la comedia inherente a la tragedia y viceversa). Hilarante y poderosa en su perspectiva satírica para con el racismo, el sexismo y la violencia siempre latente en los seres humanos, la obra constituye una maravillosa sorpresa que hace evidente la genialidad absoluta del elenco y la interesante capacidad creativa de McDonagh cuando afloja con la “pose cool” y se deja llevar por una displicencia sosegada que recuerda en parte al cine de los hermanos Joel y Ethan Coen.