27: El club de los malditos

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

De la mano de Nicanor Loreti, director de Kriptonita y Diablo, llega 27, el club de los malditos; otra propuesta con una idiosincrasia difícil de comparar con cualquier otra obra.
Si el cine de género se c aracteriza por seguir un cierto molde establecido, el cine de Nicanor Loreti, parcialmente, viene a quebrar ese esquema.
Obviemos las dos (muy dignas) comedias de Socios por Accidentes, co-dirigidas con Fabian Forte, que hasta pueden ser consideradas trabajos por encargo. Tanto en Diablo, como en Kriptonita (y la serie televisiva que la siguió, Nafta Super), el hilo de narración es más bien difuso, rige una anarquía de estructuras, que termina favoreciendo el producto desde una veta de originalidad.
27, el club de los malditos es un policial. Así como Kriptonita también lo era, pero ninguno de los dos son típicos; y tampoco hay muchas ligazones entre ambas. Tanto Diablo como Kriptonita eran films claustrofóbicos, que hacían acordar al primer Carpenter. Prácticamente un solo escenario, personajes encerrados, y aguantando el peligro del afuera que quería penetrar.
27, el club de los malditos es un film abierto, con dos líneas narrativas distintas pero unidas permanentemente, con un espíritu similar al policial western, o el de los años ’70 estilo Harry, el sucio; pero en donde prima un desenfado en el que queda establecido desde el principio que
cualquier cosa puede suceder. Por supuesto, 27, el club de los malditos, es también una comedia.
El ídolo del rock Leandro de la Torre (El Polaco) es arrojado desde un ventanal y muere a la vista de Paula (Sofía Castiglione), una sus fans que no pudo colarse en el show. La difícil investigación corre por cuenta del detective Martín Lombardo (Diego Capusotto), un personaje de esos que la cámara debe retratar sí o sí. Alcohólico hasta el paroxismo, vulgar, mal hablado, hincha fanático y pendenciero de Racing, pero también bastante hábil en lo suyo, aunque no lo parezca. Es un antihéroe que no necesita denostar al “ser argentino” para establecerse como tal.
Paula, de casualidad filmó la muerte de su ídolo punk con el celular, y este hecho la unirá a Lombardo en la búsqueda de la verdad.
En realidad, la joven tiene una teoría. Esotérica ella, cree que el clásico mito de los cantantes de rock muertos misteriosamente a los 27 años cada uno, llegó a Argentina de la mano de De la Torre, y que tiene que ver con una alineación planetaria particular.
De este modo, se despliegan las dos líneas argumentales. Por un lado Lombardo y Paula metiéndose en asuntos muy turbios para descubrir al culpable del crimen. Por otro, a través de flashback, “rememorar” la verdad detrás de las muerte de íconos como Jimmy Hendrix, Sid Vicious, y Janis Joplin, entre otros.
Hay un mafioso extravagante y un científico loco (Dabiel Araoz, y Yayo Guridi, respectivamente) que unen las dos puntas. Hay un dato algo oculto pero muy trascendental a la hora de analizar 27, el club de los malditos, la colaboración en el guion de Alex Cox. El hombre detrás de Sid y Nancy y Pánico y Locura en Las Vegas es un mito en sí mismo; y de eso se trata 27, el club de los malditos, de la construcción de personajes para la leyenda, de los límites borrados entre lo real y lo fantástico, porque es mejor creer en una leyenda adornada que en una penosa realidad. Este será,
quizás, el punto que une 27, el club de los malditos con Kriptonita.
La historia no cierra y no necesita hacerlo. Hay cosas que no se entienden, y otras que no se explican. Pero claro, no estamos frente a un policial tradicional en el que todos los cabos deben ser recogidos, la sucesión de incongruencias forma parte intrínseca de esa anarquía que se abraza, o mejor no entrar en esta propuesta.
Capusotto logra su protagónico definitivo y el Detective Lombardo es un gran personaje, justo para esta película con mucho del ser del actor, pero con características también de guion; lo cual nos habla de un actor que puede amoldarse a las diferentes situaciones.
De Sofía Castiglione ya no podemos decir que es una actriz en crecimiento porque ha alcanzado un techo altísimo. Es una gran intérprete, que se adueña de los personajes, los arropa, les da su impronta, y les entrega todo de sí. No es ninguna novedad decir que, otra vez, ella se encuentra entre lo mejor de la propuesta.
La química entre Capusotto y Castiglione realza cada escena en la que aparecen, ambos se entiende con pocos gestos, hay algo que surge natural.
Araoz y Guridi son otro acierto de una elección actoral muy acertada, en la que hasta se logró que los actores que interpretan a los clásicos músicos, se parezcan, aunque realmente no sea así. Todos están en composiciones correctas, divirtiéndose y entregando una labor noble. Hay algo que habla de una dirección actoral muy atenta y sobresaliente. Estéticamente se oscila entre un trash buscado, y un blanco y negro muy cuidado, potenciado
por el fílmico. Permanentemente atractiva, también desde la música y el ritmo a pulsión sin apabullar, es casi imposible despegar los ojos de la pantalla.
También es diversión asegurada, hay guiños, cameos impensados (atento a las chicas de la banda), sorpresas, y un humor muy ingenioso. No hay nada mejor que decir de 27, el club de los malditos que es una propuesta única. Que juega su propio juego, entretiene, y se permite todo tipo de libertades porque sabemos que estamos en su terreno. Arriesgada, potente, lograda; un Nicanor Loreti puro.