27: El club de los malditos

Crítica de Emiliano Basile - EscribiendoCine

Los héroes improbables

Hay un denominador común en el cine de Nicanor Loreti y es el surgimiento de héroes marginales, propios de entornos tercermundistas, anti sistema y de la cultura del reviente. De esa lógica surgen los personajes de Diablo (2011), Kryptonita (2015) y 27 El club de los malditos (2017).

Esta última es su película más despareja en cuanto a tono y estructura, pero también la de mayor complejidad: cuenta con personajes que existieron realmente, de distintas épocas y hablando otro idioma. Se trata de las estrellas de rock que murieron a los 27 años de edad y se convirtieron en iconos de la cultura pop. Ellos son Sid Vicious, Janis Joplin, Jim Morrison, Amy Winehouse, Jimmy Hendrix. La historia narra la improbable hipótesis de que en realidad fueron asesinados y, quién investiga el caso, es el reventado Teniente de policía que interpreta Diego Capusotto, ayudado por la única testigo de la última muerte (el cantante de Punk local Leandro de la Torre) que compone Sofía Gala Castiglione.

27 El club de los malditos parece una película dividida en 2. Por un lado trata de desandar el mito detrás de cada muerte famosa, reconstruyendo épocas dialogadas en inglés y en un estético blanco y negro. Por el otro, cuenta la investigación policial a cargo del Teniente Martín Lombardo (Capusotto), una especie de Torrente criollo que le pone jugo Tang a una botella de alcohol etílico en su oficina. Ambos relatos se unen por un código al que se debe entrar para disfrutar de la descabellada anécdota que el film propone.

El casting tiene un rol fundamental en el funcionamiento de la “imagen” que la película construye. Desde el parecido de los actores que personifican a los iconos del rock, pasando por el teniente hincha de Racing de Capusotto, la fan anti diva de Sofía Gala Castiglione, y hasta el científico loco de Yayo Guridi o el villano ultra poderoso de Daniel Aráoz. Cada una de las elecciones son un hallazgo que potencia esta propuesta que no alcanza ni el humor de Diablo ni la mística de Kryptonita.

Pero hay algo que unifica a todos los personajes de esta película co-escrita por Alex Cox (Repo Man, Sid & Nancy), y son los héroes marginales, seres que no encajan en el sistema y por eso llevan -o llevaron- una vida de excesos. En la unión de fuerzas de cada uno de ellos se trasmite la rabia del rock de los setenta más subversivo en un “Dream Team” exquisito. En esa imagen, extraña, ultra violenta y divertida radica lo mejor de 27 El club de los malditos.