21 La gran fiesta

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

La última caravana

¿Cómo podríamos definir a “21, la gran fiesta” (“21 & Over”)? Un cóctel tan variado como los que se beben los protagonistas: una mezcla de las más clásicas estudiantinas (de “Porky’s” y “La venganza de los nerds” a “American Pie”) con el salvajismo de filmes como “¿Qué pasó ayer?” (de los mismos guionistas, ahora también directores), el humor escatológico de la reciente “Proyecto 43” y unas cámaras movedizas al estilo de “El lado luminoso de la vida”.

Todo eso con tópicos conocidos: los loosers de fiesta hasta morir, la chica inalcanzable de novia con algún bruto popular, y el mito de la universidad como el espacio de descontrol en la vida de alguien entre que es un joven impúber lleno de ilusiones y un adulto amargado. A los 21 años se tiene la edad legal para enfiestarse en cualquier lado, pero ha comenzado a terminar la fiesta: se empieza a envejecer (prematuramente), empiezan las responsabilidades y la vida comienza a ser miserable. “Dentro de diez años todos los que están en este bar estarán casados, con hijos y un trabajo aburrido; ¿y tú quieres pasar tu último springbreak trabajando?”, dice la bella Nicole. “Hay que hacer todas las locuras posibles mientras podamos”.

También se recurre a jugar todo el tiempo con los prejuicios etnosociales: el asiático borracho que John Hughes ponía en “16 velas” ahora pasa al frente, porque es divertido. Y además (aunque se aclara que su familia tiene varias generaciones en Estados Unidos) tiene la determinación familiar sobre su futuro, como buen chino. “Ustedes son tan blancos”, les dice “JeffChang” (así le llaman, todo junto) a sus amigos cuando no lo entienden. Amigos que son Miller, un anglosajón white trash, mal instruido y sin futuro; y Casey, un atildado judío que ya se ve en un mundo de finanzas.

Aventura forzada

El simpático asiático cumple 21 años un día antes de una entrevista que su estricto padre le consiguió para una gran escuela de medicina (en el Norte se estudian tres años de pregrado y luego se entra a la carrera de grado). Los dos amigotes que tiene deciden obviamente llevarlo de caravana, la cual por supuesto se sale rápidamente de madre. En algún momento, habrá que rescatar al inconsciente Jeff y llevarlo a su departamento antes de que su padre lo venga a buscar, pero ¿dónde queda el departamento?

Ahí empieza una saga que incluirá más fiestas (se supone que porque está por empezar el springbreak, pero en realidad parece un mundo de fiesta eterna), latinas enojadas y violentísimas, serbios con puntería de los que se burlarán con chiste de “Rocky”, chinas guarangas y mucho más. La clave es que la solución a un problema nunca es la más racional, sino la más disparatada, que trae otras complicaciones.

A esto se suma una cierta pretensión de “mensaje”: el rescate de los valores de la amistad, el amor, la elección del propio destino y todo eso, que nunca viene mal.

Atrevidos

Los chistes craneados por Jon Lucas y Scott Moore funcionan, en general, especialmente con los espectadores que gustan del humor fuerte. En buena medida funcionan por el oficio de los tres zarpados mosqueteros: Miles Teller (Miller), Skylar Astin (Casey) y Justin Chon (JeffChang), que hacen verosímil lo imposible (y se exponen a cualquier cosa). Del resto del elenco, cabe destacar la intimidante presencia de François Chau como el Dr. Chang, y la frutilla de la torta: Sarah Wright como la damisela Nicole, delicada pero sorprendentemente bonita y fresca como una lechuga romana recién cortada: ella sola es uno de los puntos fuertes del filme.

En definitiva: una hora y media para la carcajada gruesa, y la esperanza de que la vida pueda estar buena más allá de los 21 (y de que una Nicole se fije en nosotros).