2012

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

Con ganas de romper.

Ese subgénero tan raro que es el cine catástrofe... lleva a multitudes al cine, se interesa más por los avances tecnológicos que narrativos (las historias, con el paso del tiempo, se hacen más pesadas, y lo que era novedad, no lo es más, como el clásico Infierno en la torre) y termina siendo, cuando menos, ridícula en muchos aspectos. Para este redactor, sólo hay una gran película de cine catástrofe y es quizás, una de las más incomprendidas (hablo, claro, de Titanic, de James Cameron).
2012 es la mejor película de Roland Emmerich. El director alemán de algunos de los blockbusters más insufribles, podríamos decir, es casi un auteur. La mayoría de sus películas involucran a gente común viviendo situaciones extraordinarias. Algo así como un Spielberg bastante mediocre. Basta recordar sino el megabodrio que era El día después de mañana o Godzilla para dar prueba de ello. En el medio de las historias, hay siempre constantes: pasión por destruir rascacielos y edificios históricos, personajes que deben superar las pruebas para superar distintas dificultades personales. Ya sea reunir a la familia, volver con su antigua pareja, etc.
El problema de los films pasados de Roland Emmerich, es que, en primer lugar, los guiones son pésimos. Ok, no digamos guiones. Los diálogos y las resoluciones, son lamentables. Incluso, como si la impronta de su cine no fuera suficiente, abunda un claro amor por la nación norteamericana. Está bien, el hombre destruye al país entero. Pero si alguien tiene dudas, basta la frase de 2012, donde al enterarse que el presidente de los EEUU se queda en su país a soportar la catástrofe, un científico agrega "El capitán se hunde con su nave". La nave, no son los EEUU, sino el mundo entero. Que quede claro: El presidente de EEUU, es el presidente del mundo.
Ahora, Roland cambió de libretista (rareza: el mismo criminal de 10.000 a.C) y las cosas están un poco (o mucho) mejor. No sólo porque los diálogos no son (tan) malos, sino porque además, el pastiche CGI termina por transformar a la película en un pulp, si se quiere, disfrutable. Es una de esas películas malas que uno más o menos disfruta. Por ejemplo, ahora en el protagónico está John Cusack, alguien que, por fin, tiene carisma. Ok, Danny Glover es un plomazo, pero veamos el lado bueno. El disparate de personajes de esta película, hace que pareza un cómic barato. Y eso también pasa con algunas secuencias de la película, por primera vez, el director hace algo con nervio. Parece, casi, un jueguito que nos invita a ser parte de él, y (sin intención, tal vez) se vuelca por el absurdo. Porque digamos, que se arme un volcán gigante en medio del parque del oso Yogi, y que escapen en una casa rodante mientras Woody Harrelson (por su personaje, no deberían quedar dudas de que la película se toma a sí misma para la comedia) vocifera por radio (ah sí, porque el mundo se acaba, pero las líneas de teléfono, radio y TV, siguen como si nada) sobre el fin del mundo. El delirio es tan grande, que lo aceptamos, y bueno, lo disfrutamos. Hay incluso, un acierto estético: el color saturado de la fotografía de la película la hace parecer más, un nuevo clásico, tal como esos viejos seriales de los que, claro, se inspiró Spielberg.
Aún con una buena factura técnica (más que nada los efectos visuales, que seguro cosecharán una nominación al Oscar), 2012 es muy larga. Emmerich comete el error de tratar de que esta sea una obra épica, memorable (y claro, ahora destruye el planeta) y termina por socabar las buenas intenciones con las que construyó el primer tercio de película. Salvo eso, la película, es, repito, uno de esos (¿sanos?) placeres culpables.