12 horas para sobrevivir: El año de la elección

Crítica de Matías Gelpi - Fancinema

FASCISMO ESQUEMATICO

Primero algunas aclaraciones siempre necesarias cuando hablamos de estas películas: 12 horas para sobrevivir: el año de la elección, es la tercera parte de una saga precedida por La noche de la expiación (2013) y 12 horas para sobrevivir (2014), todas dirigidas por James DeMonaco. Saga que, por otro lado, se sostiene en una premisa clara: en un Estados Unidos del futuro, cada año durante una noche se suspende la aplicación de la ley y los servicios públicos, con lo cual, quien quiera puede salir a cometer, durante esas horas, cualquier clase de atrocidad sin ser castigado por la ley. Lo cual, según se entiende, es una especia de válvula de escape social.

Así las cosas, la saga de DeMonaco funciona a veces, en algunos momentos de la primera parte donde el foco era una familia de clase media sobreviviendo al asedio de vecinos y de unos ricos psicópatas, y más aún, en la segunda parte donde se exploraba las posibilidades de sobrevivir de un grupo que quedaba a la deriva en plena noche de purga. Con sus altibajos la clave era centrarse en expandir las posibilidades de ese universo marcado por la arbitraria noche de la purga. Pero todos sabíamos que esta saga está al borde del fascismo explosivo, y que DeMonaco se iba a querer disfrazar de George Romero y que iba a querer hacer con sus películas de género un ensayo social, entonces llegó esta tercera parte. Porque mas allá de algunas cuestiones argumentales y de ritmo, más allá de tener una buena primera hora y luego diluirse hasta no saber cuándo concluir, el principal problemas de 12 horas para sobrevivir: el año de la elección es que se mete con la cuestión política de lleno desde un punto de vista absurdamente esquemático.

Es común que confundamos las premisas con las buenas ideas o que las tomemos como un rasgo de originalidad, pero la verdad es que sólo son pautas para acotar el argumento y marcar un rumbo a la historia. Lo interesante de la saga de DeMonaco es su violencia estilizada y su encanto clase B de explotación, no la reflexión sobre los dilemas políticos de ese universo un poco endeble e intrascendente. Pues bien, en esos temas se centra esta secuela y es un despropósito. Está claro que DeMonaco quiere decir que el hombre es el lobo del hombre, y que el mundo está lleno de malos psicópatas y de algunos buenos que también son psicópatas asesinos despiadados. Y todo el tiempo nos encontraremos con paradojas como que un país gobernado por fanáticos religiosos fascistas, que les parece bien que una noche al año nos matemos todos contra todos, llame a elecciones abiertas. O que nadie se pregunte por qué una sociedad donde gran parte de sus integrantes esta ávido de cometer homicidio o al menos un robo violento, respeta a rajatabla la ley y espera a la noche de la purga, es decir me pregunto: ¿a un psicópata le asusta que le apliquen la ley? ¿No aprendimos nada de los siete pecados capitales?

La conclusión sobre 12 horas para sobrevivir: el año de la elección es tan simple como su premisa. James DeMonaco abandona los elementos que hacían a su saga un producto más o menos aceptable, y se entrega al fascismo esquemático de reflexión berreta al estilo Marcos Aguinis. Con lo cual es imposible salvar esta tercera entrega.