Eduardo Meneghelli logra su película más compleja, pero también la mejor lograda técnicamente, en donde su precisión y preciosismo invitan a naufragar junto a Luna (Peralta) un hombre atormentado por el pasado que resiste para cumplir con su objetivo. Tal vez en la exigencia al protagonista el film pierde fuerza. Un elenco secundario de lujo, impecable, refuerzan una película con buenas intenciones pero que se queda a medio camino de satisfacerlas.
Vuelve él, el más grande director español de los últimos 40 años con un personalísimo viaje por su universo, un mundo de dolor y gloria, como anticipa el título, pero también de mentiras, recuerdos, amor, pasión y la convicción que todo es mejor cuando uno sale del cine luego de ver una película suya. Antonio Banderas deslumbra al espectador en su rol de Almodovar, tan mimetizado con él que asusta y sorprende.
Entrañable historia de amor y amistad entre una niña y una leona, si bien algunos rasgos estereotipados de los personajes adultos le pueden jugar en contra, las resoluciones de situaciones y el rescate de valores simples de la vida la posicionan como un espectáculo ideal para la familia.
Tate Taylor incursiona en el cine de género asociado a una de sus actrices predilectas, Octavia Spencer en “MA” (2019), un tenso relato que fusiona películas como “Misery” y “Audition” aggiornandolas para millenials sobre la base de una venganza de un pasado que regresa en forma de furia y descontrol. Son pocas las oportunidades que el cine de género sorprende, y si lo hace, en muchas oportunidades es por reiterar formatos y estereotipos que ya fueron utilizados con buen resultado anteriormente y que en la actualización pueden acercar a nuevas audiencias a las salas. Taylor apela al recuerdo y la evocación justamente de otros relatos para desarrollar la historia de un grupo de jóvenes que en el desafío de “entretenerse” conocen a Sue Ann (Spencer) una asistente de veterinaria que mantiene un estilo de vida bastante particular hasta que en alianza con éstos y en la posibilidad de ser “tenida en cuenta” reconsiderará gran parte de su pasado y su futuro. En el primer encuentro entre el grupo y la mujer ya se establece la dinámica que acompañará a toda la historia, una suerte de “amo y esclavo” hasta la resolución final en donde uno de los grupos debe tomar el control absoluto. De obsesiones habla “MA”, de una mujer con un pasado doloroso que justifica su accionar a través de la solidaridad con los jóvenes para cumplir con un objetivo, su reivindicación ante sus compañeros de antaño. La obsesión comienza como algo gracioso, acercándose a “The Cable Guy”, esa sórdida comedia negra en la que Jim Carrey acosaba a Mathew Broderick para convertirse en su mejor amigo aún ante la negativa del otro. Acá la utilización del flashback como recurso para configurar el presente de la mujer permite, además, avanzar en la particularidad de un deseo amoroso y pasional negado, el que, en el presente del relato podrá confrontarse con la bondad que en apariencia Sue Ann quiere ofrecer. El relato sorprende porque no es que se resuelva la confrontación rápidamente, al contrario, Taylor desarrolla cada uno de los personajes con un tempo narrativo laxo, tal vez para ir configurando las características diferenciales de cada uno y el contraste con Ma, como luego comenzarán a nombrar a Sue Ann. El alcohol como punto de partida de un vínculo que sabemos que rápidamente se quebrará, permite, además, la conformación de un universo establecido en un pueblo, con aquello de “pueblo chico…” en donde el regreso de una “hija prodiga” (Juliette Lewis) y Maggie (su hija) termina por configurar una tensa historia de venganza, que si bien resuelve precipitadamente su desenlace, ofrece uno de los personajes icónicos que permanecerá en el recuerdo de los fanáticos del género.
La historia de la humanidad tiene hechos dolorosos, y cuando el cine, como en este caso, los refleja de una manera original y sencilla, es cuando el arte se presenta ante el hombre como una lograda reflexión que ofrece herramientas y respuestas. En la narración de la historia de estos tres hermanos, la directora logra trascender el registro documental con una multiplicidad de materiales, desarrollando un ejercicio puro de homenaje y amor.
El regreso de hijo pródigo ha despertado un sinfín de relatos, en esta oportunidad la fábula de aquel que intenta recuperar su identidad en el acercamiento no sin prejuicios, al otro, permite construir un íntimo relato sobre los vínculos y las relaciones.
Cine sobre cine. Cine sobre el acto creativo. Este documental profundiza en las idas y venidas de un grupo que recupera la figura de Lorca en tiempos en donde la pasión se disuelve. Potente relato sobre las elecciones y decisiones artísticas.
Profunda reflexión sobre deudas pendientes. Ulises de la Orden analiza a partir de un proyecto habitacional, en el que convivirán las culturas de los pueblos originarios del sur y la dominante, la decadencia de la política como parte de la sociedad. Tensa, angustiante, necesaria.
Biografía autorizada de Elton John en clave musical, el relato es apasionante cuando juega con escenas oníricas y de ensoñación del protagonista peleando por sus objetivos. Taaron Egerton deslumbra en el rol del cantante que rompió todos los moldes en una película que se muestra edulcorada en demasía y políticamente correcta.
Muere monstruo muere Sin nada nuevo para aportar a una saga que lleva cientos de versiones y propuestas, Godzilla 2: El rey de los monstruos (Godzilla: King of the Monsters, 2019), transforma lo lúdico y entretenido de las películas de catástrofes y monstruos peleando entre sí en un eterno largometraje anodino y carente de sustento, que, además, hace agua por donde se lo mire, principalmente, cuando se pone formal ante los conflictos de los humanos que acompañan la acción. Hollywood se reinventa, busca en sus producciones la posibilidad de expandir fórmulas probadas, importa oportunidades de otras latitudes y, en ocasiones como esta, agrega aditamentos a la receta más vendida, a saber: “la estrella juvenil del momento”, o “la actriz que estuvo en otra película de monstruos ganadora del Oscar”, para aggiornar historias ya vistas y consumidas infinidad de veces. No es raro que en ese afán por cumplir con todos los requisitos, las propuestas terminen por perder su alma y sentido, y, como en este caso, deambular como un híbrido deforme entre un sinfín de lugares comunes, transitados sin solemnidad en otras oportunidades, pero que resienten la continuidad narrativa de la historia y su verosimilitud. La ecuación 'corré que ahí viene el monstruo', acá se potencia por la incorporación de una serie de criaturas mitológicas ancestrales, las que, despertadas para dominar al mundo por los villanos de turno, no hacen otra cosa que formar parte del escenario escogido por Michael Dougherty (Krampus) para revisitar el mito de Gojira, que apareció en la pantallas en 1954, y que goza de popularidad mundial y reconocimiento. En esta oportunidad, las débiles líneas argumentales, y los motores del conflicto, se centran en un futuro cercano en donde a partir de la manipulación de información confidencial, que incluye experimentos genéticos bastante complicados con seres poderosos, terminarán por construir un camino de búsqueda por volver a un estadio original donde el equilibrio y la quietud son necesarios para evitar peligrar a la humanidad. Pero hay algo que falla en Godzilla 2: El rey de los monstruos y ni la presencia de la protagonista de la exitosa Stranger Things, Millie Bobby Brown, de Vera Farmiga y Kyle Chandler, o de Sally Hawkins (La forma del agua), permiten transformar el tedio de un relato que bucea en la exploración de formatos televisivos y la confrontación entre monstruos para salvar el mundo de su inevitable extinción. Como un eterno episodio en loop de Mazinger Z, o de Power Rangers, Godzilla se enfrenta a las siniestras criaturas con el objetivo de mantener a la humanidad a salvo de una extinción segura. El hombre, resumido a un espectador, sólo digita algún que otro movimiento a favor de un bando u otro. El guion, del propio Dougherty suma drama familiar allí donde la conexión entre humanos y bestias necesita una continuidad, porque ni más ni menos lo que en capas interiores de la trama se busca, es la necesidad de un equilibrio entre ambos universos para poder avanzar en la reestructuración del punto de conflicto que se disuelve fotograma a fotograma y que ni siquiera para los más fanáticos resultará atractivo y tentador.