La última búsqueda. No hay peor lucha que aquella que nunca se hace, y en este caso ese refrán sirve para posicionar el relato de este documental que profundiza en la vida de un grupo de personas, y en particular de una mujer, que reniega de la ineludible verdad, la pérdida inesperada, el dolor arrastrado por años y la certeza que ya nada volverá a ser como era, nunca más.
Lo que fuimos. Dicen que cuando una persona se enferma en una familia, termina toda la familia de la misma manera, y este drama coral apunta a lugares comunes, pero con honestidad, apoyándose en el increíble cast. Aún con sus imperfecciones, en los detalles de la vida de esta mujer que entiende que su vida cambiará a partir de la enfermedad de su madre, se construye un logrado testimonio de la vida y la muerte
Ama-San. Tiene la particularidad de ser una propuesta rodada en Japón por una directora portuguesa, que retrata a un grupo de pescadoras tradicionales que dividen claramente sus días entre el trabajo y el placer, placer por la música, por la comida, por estar en familia. En la película los hombres se esfuman y las mujeres avanzan en el día a día sin siquiera tenerlos en cuenta. Entre los dos mundos Varejao consolida una poética alegoría sobre la vida y el peso que en ella debe tener el ocio.
Jean Francois Richet pone al día la historia de Francois Vidocq en una narración aletargada y densa que no logra superar la versión que en 2001 protagonizó Gerard Depardieu.El siempre efectivo Vincent Cassel no logra elevar una propuesta tan abigarrada como anticuada que sólo en sus rubros técnicos logra imponer una nueva lectura.
Fin de semana con fantasmas Ignacio Rogers (actor de Como un avión estrellado, Esteros) debuta en la realización cinematográfica con la película de género El diablo blanco (2019), un relato que transita por lugares comunes y convenciones pero intentando, todo el tiempo, diferenciarse gracias a una lograda tensión narrativa con elementos extradiegéticos y actuaciones que escapan al deber ser del género. Un grupo de jóvenes amigos se dispone a pasar unos días de relax y vacaciones en un lugar alejado de sus hogares, pero que en ese intento de descanso son amenazados por algo/alguien. Violeta Urtizberea, Martina Juncadella, Ezequiel Díaz y Julián Tello, se prestan a jugar en esta propuesta clásica de “corre por tu vida”, en un marco natural, con cabañas y un lago (cualquier similitud con Viernes 13 no es pura casualidad) y en el que algunos detalles desconocidos por ellos los ubicará continuamente en peligro. Ya en una de las primeras escenas se presentará a aquel/aquello que amenazará la vida de los protagonistas, una leyenda asociada al fundador del pueblo en el que caen los amigos a vacacionar, y que propone una mirada folklórica sobre historias asociadas a tradiciones, cultos, ritos, leyendas urbanas, y sectas en el interior del país. Desde el primer momento sabremos aquello que devendrá en la progresión dramática como motores de la historia, pero en la exploración de Ignacio Rogers del género, sumará elementos claves para mantener en vilo al espectador: El encierro no es una de las opciones para el relato, por lo que más allá que en algunos momentos se intenten refugiar los protagonistas para salvar sus vidas, los intentos vanos serán funcionales para avanzar la historia. Cual narración de Agatha Christie, uno a uno los amigos irán despareciendo, dato que ya sabe el espectador desde el minuto cero del relato, pero lo interesante de El diablo blanco es ver cómo se llega hasta esos momentos de climax sin afectar el conflicto general de la historia. La decisión de trabajar con intérpretes de carácter y con una carrera desarrollada principalmente en cine y teatro independiente, que incorpora además figuras como Ailín Salas, William Prociuk, es clave para otorgar solidez al relato. La cuidada fotografía de Fernando Locket y la sugerente banda sonora de Pablo Mondragón y Patrick de Jongh, potencian las ideas de la historia, que además se construye a través de planos amplios y encuadres que suman información a la hora de crear atmósferas y climas afines al género. Rogers debuta con pie firme y seguro en la dirección, explorando el cine de género para devolver una mirada sobre la amistad, el amor, la búsqueda de libertad, y, principalmente, para reivindicar historias que crean microuniversos de acción, con leyes y reglas convencionales, pero también con deseos de trascender aquello mismo que podría encorsetarlas.
Pensar en folklore es pensar en festivales del interior, en música tradicional, en ideas obsoletas, pero aquí, Andrea Krujoski, repasa el trabajo de uno de los herederos de la dinastía de nuestra música, Camilo Carabajal, para demostrar que se puede innovar y crear en tiempos actuales, sin dejar de lado la tradición y la pasión.
Bienvenida la locura al cine argentino. Bienvenida la irreverencia de Matías Szulanski, un realizador que aborda el soporte como un lienzo y se anima a historias que otros directores descartarían. Aquí en el exceso y la impensada carrera de Argentina hacia la contienda espacial, se construye un estilizado y cuidado relato sobre un hombre que quiere cumplir sus sueños a pesar de los obstáculos que le aparecen. Ezequiel Tronconi y Luli Laprida encabezan con solidez, ironía y cintura, una historia que si se corriera medio milímetro no encajaría con el tono burlesco que construye. Destacado trabajo de arte de Sandra Iurcovich le pone el moño a la narración.
Se podría pensar ¿para qué? pero el sentido de esta nueva entrega de los juguetes más amados del mundo tiene para ofrecer un discurso sobre la amistad y los vínculos más allá de las apariencias. En su salida al mundo, Woody, comprenderá que nada es para siempre y que ayudando a los demás, terminará por cerrar un ciclo de juegos y entretenimiento para sus dueños, pero que le abrirá las puertas a un universo completamente nuevo. Atención a Forky, la nueva estrella de la saga.
Por el sólo hecho que Dev Patel encabeza el elenco de esta película merece ser vista. Patel es todo lo que está bien, sus interpretaciones nos aseguran la garantía de ver un producto bueno SIEMPRE, y si a esto le sumamos a Armie Hammer (otro que siempre nos garantiza entretenimiento y calidad), el resto es atravesar los dolorosos sucesos que acontecieron realmente en el Taj Mahal Palace Hotel en 2008, cuando fundamentalistas decidieron arrasar con todos y todas para cumplir con alguna misión divina. Hotel Mumbai ofrece tensión, suspenso y un arrollador clima in crescendo que transforma su obviedad en un relato sólido y potente sobre vínculos y circunstancias.
La pasión de un hombre Ópera prima de las realizadoras Mariana Scarone y Betina Casanova, Soy lo que quise ser. Historia de un joven de 90 (2018) es un documental que permite, por la voluntad de su protagonista, José Martínez Suárez, conocer detalles sobre su carrera y algunos, pocos, sobre su vida personal. El manto que tradicionalmente ha velado la vida íntima del protagonista, a diferencia de su hermana, la actriz y conductora televisiva Mirtha Legrand, por momentos se corre, no por su propia voluntad, al contrario, sino por algunos detalles que se revelan en la voz de familiares y amigos. José Martínez Suárez responde en una de las primeras escenas a la pregunta de las directoras “quién le gustaría que viera esta película sobre usted”, el realizador titubea, piensa y responde “que mi lápida diga: no se acostó con todas las mujeres que quiso, que la lean y piensen ese hombre era bueno”. En esas palabras, ácidas, con humor, está la clave de un recorrido clásico, con “cabezas parlantes”, sobre la vida del director, el que con un puñado de películas y mucho conocimiento y pasión por el cine, se ganó el respeto de la industria y un lugar privilegiado dentro de ella. Su infancia en Villa Cañás, sus primeros pasos en la dirección, su reconocimiento, son sólo algunas de las instancias en las que Scarone y Casanova dividen el relato. Un recorrido en el que el soporte se revela ante la cámara, e incluso se muestra cuál es el procedimiento para obtener el testimonio del director. Algunos momentos logrados, como por ejemplo el visionado de Dar la cara (1962) junto a Pablo Moret, escena en la que José Martínez Suárez se relaja y entra en el juego del actor para reflejar una complicidad y una amistad entrañable. Soy lo que quise ser. Historia de un joven de 90 apela al conocimiento público sobre el protagonista, y le realiza un homenaje políticamente correcto, con todos los elementos que componen al documental tradicional (archivo, entrevistas a cámara, banda sonora emotiva) evitando “molestar” a su objeto de análisis. En esa corrección se pierde el vuelo y la oportunidad de reflejar aspectos no conocidos del director, y en la decisión, por ejemplo, de que la película biográfica lo contenga, el riesgo de no poder salir de las propias palabras de Martínez Suárez es evidente. No hay una reflexión sobre su figura, y, mucho menos, una instancia en la que las imágenes muestren algo que no se conozca de él. Más allá de este punto, la posibilidad de escucharlo y verlo en acción es siempre interesante, constituyendo el punto más relevante de una película que se convertirá, sin duda alguna, en un referente para los cinéfilos, estudiantes de cine y fanáticos de la obra del realizador más importante de Villa Cañás.