El debut en ficción de Eleanor Coppola es una entretenida comedia en la que una mujer (Diane Lane) ve cómo de un día para el otro su estructura marital se desarma por los eternos compromisos de su marido (Alec Baldwin). Viajando a París en auto junto a Jacques (Arnoud Viard), el socio y asistente del marido, comprenderá que la vida que está llevando, en la que no hay tiempo para el disfrute real, puede cambiarse aceptando las propuestas e insinuaciones del desconocido. Diane Lane, como siempre, bella y sublime en la propuesta.
Alejada de sus productos más reaccionarios y reflexivos, esta nueva película de Kim ki-duk trabaja con la historia de un hombre atrapado entre las dos coreas mientras intenta reencontrarse rápidamente con su familia. Maltratado en ambos lugares, la búsqueda de la felicidad en uno sin atender finalmente a cuestiones políticas, termina por deconstruir el imaginario del mundo que el hombre poseía antes de queda expuesto a torturas y reclamos, y en el aprender a barajar y dar de nuevo, la mirada centralista y occidental que se plantea en la propuesta resiente el resultado final.
Esta adaptación del bestseller del mismo nombre de Nicola Yoon que mezcla propuestas de antaño como “El niño de la burbuja” con “Bajo la misma estrella”. El resultado es una estilizada y aggiornada historia de amor entre una joven que no tiene contacto con el exterior y un joven vecino recién llegado. Ambos lucharán con la enfermedad de la protagonista para superar el encierro en esa cárcel con forma de casa en la que habita desde siempre, pero también con los prejuicios de una madre que no desea modificar la vida de la joven. Es cursi, cae en lugares comunes y golpes bajos, pero así y todo demuestra en su fresca estructura que seguimos disfrutando de historias de amor entre opuestos.
Era inevitable que el cine profundizara, aunque sea en una propuesta de género como esta, en la excesiva exposición que diariamente tenemos a los celulares y aplicaciones. En este caso tras la muerte de una joven, el grupo de sus amigos intentarán comprender los últimos días de ella. En el “averiguar” una misteriosa aplicación se instala en sus celulares acosándolos, persiguiéndolos hasta las últimas instancias. Mezcla de muchas otras propuestas, el film se termina por construir un relato clásico de suspenso en donde el terror sólo sucede cuando el sonido y el fuera de campo sugieren mas que mostrar. Fallida.
Fede Cuevas viene del mundo de los efectos y dobles de acción, ha conseguido construir un universo sobre este tipo de actividad que lo ha llevado a trabajar con un sinfín de estrellas, entre ellas Santiago Segura uno de los protagonistas de esta película. Esa experiencia que obtuvo a lo largo de 30 años de carrera le han permitido con soltura profundizar en “Solo se vive una vez” escenas arriesgadas para el cine nacional, pero lo que no le ha permitido es construir una sólida historia explotando la capacidad actoral de sus protagonistas. Peter Lanzani sorprende con un rol diferente y fresco, apoyado en el oficio de Darío Lopilato, como su contrafigura en la búsqueda de la libertad en medio de mafias, judíos, muertes y explosiones. Prometía mucho más de lo que da, y así y todo, le damos la bienvenida a la posibilidad de arriesgarse en el género. Aplausos para Gerard Depardieu y Luis Brandoni
Sin olas Baywatch fue una de esas series televisivas que lograron trascender más por los íconos que lanzó al estrellato (Pamela Anderson, David Hasselhoff), y su significado para la cultura popular, que por sus logros narrativos, discursivos o por la construcción de una arriesgada trama. Pero así y todo era consumida por un público cautivo, durante temporadas los “guardianes de la bahía” ofrecieron un espectáculo en la mejor línea de programas emblemáticos que generó la pequeña pantalla. Cuando surgió la idea de hacer una remake, presentada como Baywatch: Guardianes de la Bahía (Baywatch, 2017), nada haría suponer que el resultado terminaría convirtiéndose en un híbrido de lo peor de la reciente producción de la comedia americana y una película de espionaje sin sentido. El director Seth Gordon (Quiero matar a mi jefe, Ladrona de identidades) pone al día la propuesta de los bañeros y el submundo que rodea a la playa y decide hacerlo de dos maneras en paralelo. Por un lado recupera el espíritu visual de la serie, con aquellos ralentíes, cámaras lentas y primerísimos primeros planos de los cuerpos, las mallas rojas y los pequeños salvavidas, pero por otro no logra amalgamar la comedia y la acción, generando escenas aisladas en el medio de la narración. Mitch Buchannon (Dwayne Johnson) es el líder del grupo de bañeros que intentará, por un programa de adhesión de novatos, renovar la fuerza que rescata diariamente a gente de las temibles aguas. A ese programa llegaran dos aspirantes inexpertos, Summer (Alexandra Daddario) y Ronnie (Jon Bass), pero también la estrella olímpica de natación Matt Brody (Zac Efron), un problemático personaje que ha visto cómo los excesos lo han llevado al fondo de su carrera. Mientras el programa avanza, con pruebas, desafíos y carreras de relevo, en la playa la misteriosa multimillonaria Victoria Leeds (Priyanka Chopra) planea quedarse con todas las propiedades del lugar por medio de mentiras, sobornos y muerte, y convertirla en un espacio donde la droga circule libremente. Para contar esto Seth Gordon se toma demasiado tiempo, y nunca termina por definir si desea parodiar a la serie original, crear un nuevo universo inspirado en el programa, apartar la comedia drásticamente para crear climas y atmósferas disruptivas, tomarse en serio el relato, o, explotar la escatología para suplir falencias narrativas y de estructura dramática. El principal problema de Baywatch: Guardianes de la Bahía es su indefinición, sus bromas reiteradas (el primer chiste de Dwayne Johnson a Zac Efron sobre su relación con la música pop está bien, el resto cansa por acumulación), su humor escatológico y sexual subrayado, su poco interés en desarrollar un producto novedoso basado en lo viejo y, por momentos, caer en la creencia de que todo tiempo pasado fue peor. En vez de apoyarse en la frescura de la serie, termina siendo una banal, inexplicable e innecesaria puesta al día.
Película inspiracional, el escándalo del oro detrás de Kenny Wells, esconde una moraleja sobre la búsqueda de objetivos y el sueño americano. Por momentos logra entusiasmar al espectador con su estilizada propuesta musical y visual, y por otros se hunde en su propio laberinto de ambición. Matthew McConaughey es un intérprete que sigue pensando que en el cambio físico está la clave para lograr la empatía con su personaje, pero no, acá repite fórmulas y se excede en la composición de Wells. Así y todo, superado este principal obstáculo, la película se lleva narrativamente bien, con una línea argumental simple y clásica, correcta y sin vuelo, que apunta, principalmente a la memoria de otras propuestas similares.
La ópera prima de Alejo Domínguez es una interesante búsqueda cinematográfica sobre las experiencias de una escritora abatida por el blanco autoral y los problemas que conlleva consigo misma. Aprovechando la invitación a una vieja casa en Córdoba, la que da el nombre al título, aprovechará esa travesía para encontrarse, terminar su novela, y, transformarse. Si bien tiene algunos vacíos y lagunas en cuanto a tratamiento narrativo, las logradas interpretaciones de Romina Richi, Bárbara Lombardo e Iván González (más participación de Cristina Alberó) realzan la propuesta.
La momia tiene cara de mujer La Momia (The Mummy, 2017), de Alex Kurtzman, es la primera de una serie de reboots con los que los Estudios Universal quiere reposicionar a sus clásicas historias de monstruos de antaño, creando, no sólo una nueva franquicia al estilo Marvel, con conexiones entre sí a lo largo del tiempo, sino y principalmente, un nuevo negocio. Estimulados por las generaciones más jóvenes, las que llenan las salas, los productores pensaron en acercar a Drácula, Frankenstein y otros seres que supieron poblar sus films durante el siglo pasado, a los millenials reformulando su serie de películas clásicas. Pero alejada de sus predecesoras, y partiendo de una estética televisiva, la propuesta protagonizada por Tom Cruise es solo la punta de lanza para que los personajes, que luego realizarán intervenciones en otros films, sean enmarcados dentro de este nuevo universo de monstruos, y, si bien hay un relato sobre la leyenda de la momia que protagoniza este “cuento”, hay más del “lo que vendrá” más adelante que una preocupación por consolidar esta historia. En La Momia hay aventura y entretenimiento, cotillón y fuegos artificiales, olvidando el terror o miedo que caracterizaba a este tipo de películas, y también hay un descanso en Cruise para otorgarle el peso de la historia, ubicándolo no sólo como el descubridor de la momia (Sofia Boutella, esencial para el relato, ya que luego amenaza a quien se atreva a cruzarse a su paso y genera algunos conflictos), sino que lo coloca en un plan Indiana Jones anabolizado con muchos momentos de acción y placer culposo. La historia de esta versión es simple, Nick (Tom Cruise), un timador/ estafador/ ladrón de tesoros, se ve envuelto en una situación complicada cuando descubre, en medio de uno de sus negocios o intentos del mismo en Irak, una tumba milenaria en la que descansa Ahmanet (Sofia Boutella), heredera de un imperio egipcio que vio truncada su dinastía al entregarse a la oscuridad para quedarse con el trono sabiendo que ya no le pertenecía. Sin saberlo, Nick, despierta a la legendaria criatura, quien estuvo durante milenios atrapada en su sarcófago, desatando el infierno en la tierra al no poder contenerla por métodos tradicionales. Claro está que en este tipo de relatos debe haber una contraparte, y en este caso sin seguir las advertencias de Jenny Halsey (Annabelle Wallis), que funciona como su conciencia, y que a su vez responde al Dr. Henry Jekyll (Russell Crowe), un excéntrico personaje que desea controlar a todas las criaturas sobrenaturales que se encuentran en la tierra, el explorador tendrá que enfrentarse a su propia historia (flashbacks que lo introducen en la épica de la momia) y evitar caer en la tentación de ser seducido por Ahmanet. Y entre el querer y el poder, entre el desear y concretar, La momia va configurando su universo narrativo, con una línea argumental básica y simple pseudo televisiva, que la acerca a productos clase B -eso sí filmada con sobriedad y un gran despliegue visual-, pero que responde, tal vez, a la experiencia previa de Alex Kurtzman en TV, en productos tan disímiles entre sí como Fringe, Star Trek, Hawaii Five-0, entre otros. La película es correcta, pero no profundiza en el mito y mucho menos apela a la saga que tuvo momentos de gloria de la mano de grandes hacedores del cine clásico de terror. Tiene instantes interesantes y divertidos, cumpliendo con las premisas de entretenimiento y misterio por partes iguales, afín a este tipo de productos pero ubica a Tom Cruise como el protagonista absoluto, el ideal, para una propuesta en la que se termina por opacar al “monstruo”, en este caso la momia del título, contradiciendo así su origen y proponiendo otra cosa. Habrá que ver cómo continúan las siguientes películas de este monsterverso que comenzará a plagar las pantallas con seres extraordinarios, maléficos y que intentarán recuperar el espíritu de las películas clásicas de terror y suspenso. No es este el caso.
La nueva película del realizador Néstor Frenkel es una mirada lúcida sobre concursos que tienen “ganadores” y que a su vez otorgan entidad y significativo a luchas personales enmarcadas en certámenes. Depende desde dónde uno lo mire para analizarlo, ya que en la lucidez de algunas imágenes, y en el cinismo de otras se configura un panorama y un estado de la sociedad bien adentro, en esos espacios en donde nada importa más que ganar.